XVII
Adam se levantó sin
muchas ganas pero enseguida pregunto: “¿Cómo está Vanesa?”
Mila sonrió y lo
miró impacientándolo más.
Está bien.
Demasiado bien diría yo... Ha desaparecido de la enfermería. Pero
yo no venia a hablarte de eso. Eres libre, con una condición...
tendrás la supervisión de un amigo mio.
Está bien... -
dijo saliendo corriendo de aquella prisión.
Adam solo tenia algo
en la mente: Vanesa.
En la habitación de
Ángel...
Los susurros de
Ángel resonaban con mi nombre en mi cuello mientras lo besaba con
pasión. Llevábamos algún rato unidos por su enorme miembro sexual
pero, aún así, cada embestida me sorprendía más que la anterior y
sentía que todo dentro de mi se estremecía. Sus manos aferraban mi
cintura a la suya con una fuerza que no era normal. Mis manos
estiraban de su rubio pelo al ritmo que él masajeaba mis pechos.
Recuerdo sentirme extraída de todo, volviendo a sentir que no sabia
nada ni conocía a nadie. Pero salí de mi fantasía cuando Ángel se
apartó de repente. Había sangre en mi estomago y él se apresuro a
ponerse una camiseta.
La puerta se abrió
de par en para, en la tenue luz se distinguía una silueta que
conocía muy bien... demasiado bien decía mi cuerpo.
Ángel no contestó.
Se acercó a mi para cogerme en brazos y llevarme de nuevo a la
enfermería. Adam se puso nervioso e iba a disparar pero sin
controlar la dirección. De repente apareció Ivan y cogió el arma
de Adam e hizo que apuntara hacia el suelo.
Ángel no tardo ni
un segundo en llegar delante de Leire, que me miraba preocupadísima.
Me metió en una sala llena de médicos y perdí la conciencia
completamente.
Tu padre me
matara... Volvamos – dijo Adam en aquel restaurante cutre al lado
del mar.
Te dije que yo
ponía las normas si salíamos a cenar, ¿no? - miré hacia el mar
–. Paseemos mejor.
El mar estaba
precioso y la luna... la luna hermosamente llena. El sonido del mar
se metía en mis tímpanos y volvía loca a mi cabeza. Corrí un poco
y me giré a mirarlo.
¿Conoces la
historia de Hades y Perséfone? - dije mirándole a los ojos.
Sí, ¿lo dices
por el proyecto de tu padre “Hades y Perséfone”?
Sí … Pero ese
proyecto no es factible, no se puede viajar al inframundo, ¿tu que
crees?
Yo no sé nada.
Pero si se puede... nosotros lo conseguiremos – acarició mi
mejilla.
Yo no seré como
Perséfone... yo no me dejaré engañar.
Me quité las
sandalias y metí los pies al mar.
Empezó a cantar
dulce y alto una melodía que siempre había dirigido a su amor, el
mar, y que hoy me la dedicaba a mi bajo esas estrellas:
Quizá
porque mi niñez
sigue jugando en tu
playa,
y escondido tras las
cañas
duerme mi primer amor,
llevo
tu luz y tu olor
por donde quiera que
vaya,
y amontonado en tu arena
guardo
amor, juegos y penas.
Al acabar su
canción se besé los labios y corrí fuera del agua.
Se acabo el
tiempo Adam, -dije sonrojada – pero quiero salir contigo otra vez.
Y te recogeré yo.
Vanesa, ven que
te llevo a casa.
Prefiero pasear
hasta casa. Gracias por todo.
Empecé a tararear
aquella cancioncilla de mi pasado y alguien me cogió la mano...
“¡Vanesa, Vanesa!” Después de decir mi nombre empezó a cantar
esa canción de mis recuerdos y abrí los ojos.
“Siempre me
despiertas así Adam”.Vi que no estaba Adam solo sino estaban
también Ángel y Leire.
Ángel se marchó.