IX
- No sabes cuantas noches he llorado tu ausencia. No sabes cuantos días pensaba en nuestro cruel destino – posando su cabeza en mi hombre y en un suspiro continuó -. Cumplamos pronto nuestra misión y volvamos a casa.
Me agarraba tan
fuerte de la cintura que notaba su fuerte pectoral en mi espalda. Me
besó dulcemente el cuello y me soltó las manos. Me puso cara a él.
Allí lo vi. Era muy atractivo. Se supone que lo conocía pero
simplemente me sonaba... Me miraba a los ojos intensamente y yo hacía
lo mismo.
- Tan bellos en la muerte como en la vida – se dirigió a besarme los ojos, lo hizo y al alejarse continuó hablando -. Pero tu no eres la misma, ¿no?
No sabía que decir.
Sabía que no me iba a hacer daño, eso lo tenía muy claro. Debía
averiguar más cosas sobre mi. Sin embargo, no podía hablar.
Temblorosa alcé mis manos hacia su cara pero antes de llegar a
tocarle se derrumbó. Cayó medio encima mio y pesaba lo que no está
escrito. Llevé a aquel enorme hombre hacia su cama. Me costó
muchísimo y cuando fui a lanzarlo en su lecho vi que tenía algo
clavado en la espalda. Así que hice mi mayor intento por tumbarlo
boca abajo. En este intentó caímos los dos. Él encima y yo debajo.
Era casi imposible moverse bajo su peso. Al final, aún si saber muy
bien como lo hice, salí de allí abajo.
Me quedé mirándolo
mientras aún estaba sentada en la cama. Decidí que lo mejor sería
curarlo. Así que busqué vendas. Cuando lo tuve todo preparado me
giré y me di cuenta que no había pensado como lo movería. Le quité
la camiseta con mucha dificultad y lo volví a tumbar de espaldas.
Entonces agarré la parte de la flecha que tenía clavada. Empecé a
sudar y : “1...2... ¡3!” Salió. La flecha salió después de un
fuerte alarido que no había salido de mi boca. Empezó a salir
sangre. Fui corriendo a por las vendas y, como pude, conseguí parar
la hemorragia. Cayó tumbado hacia arriba y se quedó mirándome con
los ojos llorosos.
- Gracias, amor – dijo con esa voz tan conocida y tan extraña a la vez.
- Perdoname... - acaricié su rostro.
- Tranquila, solo es una...fle...cha – tras decir esto perdió el conocimiento por culpa del dolor y de la sangre perdida.
- Lo decía por no recordarte... - dije algo triste.
Lo dejé tumbado en
su cama.
Mientras me cocinaba
algo para comer, me di cuenta de que había cambiado. Cuando llegué
a este lugar carecía de sentimientos, de recuerdos. A medida que
recuperé los recuerdos fui recuperando poco a poco sentimientos. Así
pude sentir el afecto por Ángel y la tristeza por A.L.
En la base...
- ¡Mila! ¡Mila! ¿¡Dónde coño estás, Mila!? - gritaba Ángel por los pasillos.
- Que escandaloso eres. ¿Qué pasa? ¿Por qué me buscas? - dijo Mila con una sonrisa.
-
No te rías. ¿Dónde está Esme?
- Tranquilo, tranquilo. Ha ido a dar un paseo pero, no te preocupes, tienes todo el día de hoy para encontrarla y traerla.
- ¿Cómo se te ocurre dejarla marchar? - Ángel mostró su cara más agresiva -. Sabías que tengo la pierna mal y que aún cojeo. Lo hiciste a propósito, ¿no? ¿Qué pretendes Mila?
- Nada en especial – eliminó su sonrisa desvergonzada de su cara y se puso más seria -. Date prisa en encontrarla. Le di dos días de limite para volver y ya casi ha pasado uno.
Ángel salió tan
rápido como su pierna herida se lo permitió.
De nuevo en la casa
de A.L...
En la cocina dejé
echos unos huevos fritos y salí a la calle. Sentándome en el portal
de aquella casa, me puse a observar, de nuevo, aquel collar que había
encontrado en prisión. Parece que me quedé absorta durante horas
pues casi había trascurrido un día desde que llegué allí.
Escuché un ruido y
subí corriendo a ver que ocurría.
- ¿Qué haces? ¡No te muevas! - Dije mientras corría para sujetar del brazo a aquel hombre tozudo que intentaba caminar.
- Solo quería comer algo.
- De verdad … – dije suspirando – a los hombres no se os puede dejar solos.
Lo senté en la cama
y puse los huevos en una bandeja para que se los pudiera apoyar en
las piernas y así comer mejor. Le observaba mientras comía con gran
dificultad. Parecía un niño pequeño en un cuerpo de un adulto. Me
hizo gracia. Entonces tuve un déjà vu.
- ¿Podrías decirme como te llamas?
- Claro – soltó su tenedor un poco triste -. Soy... Adam. Adam Llorente.
- Encantada – sonreí forzadamente, sabía que él lo estaba pasando mal -. Y...¿qué relación tenemos?
- Nos vamos a casar cuando salgamos de aquí. Estamos prometidos – dijo entre suspiros.
Al decir estás
palabras, a pesar de que más o menos ya lo sabía, me quedé blanca
como la pared.
- Perdona haberme puesto así. Es que no me imagino casándome...
- Lo imagino. No te preocupes – me cogió la mano -. Lo superaremos juntos, Vanesa.
¡Me a encantado! pero...¿no te parece demaciado corto?, me hubiese gustado un poco mas, de todas formas ¡muchas gracias por subirlo!
ResponderEliminarTengo tanta intriga por lo que pasara que me duele el estomago XD
-Agus-
Lo siento... es que tengo intención de que el siguiente sea más largo. Tengo ya la mitad hecho pero creo que está quedado algo raro.... ya me darás tu opinión :)
ResponderEliminarOk igual no te preocupes ya me das todo con escribir esos hermosos poemas y esta historias, debo admitir que soy adicta a la lectura XD.
EliminarMe encanta tu creatividad. Besos tu ¡¡FAN!!
-Agus-
Eeii esta super bien. Haber que tal el siguiente
ResponderEliminarme gusto mucho una de la frases <3
ResponderEliminarme recordaron algo
y no te preocupes va muy bien la historia
ami me agrada todo el ambiente que le pones