XIII
- ¡Chicos! - dijo una voz de hombre -. Tenéis visita. Arreglaros que es una señorita.
De nuevo estaba en
aquella prisión, aunque esta vez yo era la que estaba fuera de los
barrotes. Adam estaba en la celda de la derecha, sentado y con la
cabeza aguantada por los brazos, mirando hacia el suelo. Ángel, por
su parte, estaba en la de la izquierda haciendo trabajos de
rehabilitación con su pierna. Cuando entré y llegué al centro de
la estancia pude apreciar lo heridos que estaban los dos. Ambos me
miraron. Adam se acercó muy serio hacia los barrotes y me dijo que
me acercara que necesitaba decirme algo importante.
- Cuando viniste a la casa donde yo estaba viviendo... ¿fuiste con alguien más que te esperó fuera?
- ¡No! ¿Por qué tendría que haber ido con alguien?
- No chilles – dijo como si tuviera dolor de cabeza -. Y...¿te llevaste algo de mi casa?
- Bueno... me dijiste que podía coger munición y armas, ¿no?
- Sí, no lo decía por eso – dijo apretando la mandíbula -. Me ha desaparecido un cofre muy importante para nuestra misión y estoy convencido de que alguien te siguió. Del que más sospecho es del rubiales ese que te sigue a todos lados, Vanesa. Ten cuidado, puede que tenga compañeros y que quieran que no cumplamos la misión.
- No hables así de él – dije mientras me giraba para mirar a Ángel -. Lo buscaré. Buscaré el cofre. ¿Tiene algo para que lo pueda diferenciar?
- Busca en el lateral derecho: A > V Te quiero.
- Vale – acaricié su cara -. Volveré pronto.
Me separé de su
celda y me despedí, tanto de Adam como de Ángel. Salí al pasillo
con mirada decidida, sabía lo que debía hacer. Para descubrir el
culpable hay que volver a la escena del crimen.
Antes de ir allí,
fui a hablar con Mila para explicarle que quería ir a la casa de
Ángel a buscar una cosa que se me había caído. Mila aceptó con la
condición de que fuera con un “guardaespaldas” llamado Ronald
por si me encontraba con los perros o con algo peligroso. Yo no le
puse inconvenientes aunque le dije que debía pasar por el taller
antes, que nos encontraríamos en dos horas en la salida de la base.
Estaba delante del
taller y golpeé dos veces la puerta, no quería interrumpir nada.
Cuando entré, al escuchar la voz del chico que supuestamente se
llamaba Iván, él estaba sentado en una silla, sin camiseta, con un
cigarrillo encendido en la boca e intentando acabar de arreglar mi
Glock.
- Entra y siéntate. Estás en tu casa.
Me senté. Lo veía
trabajar y me encantaba. Vi como hacía renacer mi pequeña pistola
entre sus manos. A los cinco minutos de estar allí, se abrió una
puerta que había al fondo del taller y que seguramente era la
habitación del chico. De allí salió una chica pequeña, con gafas
y vestida con una camisa de hombre que le sentaba muy bien.
-
Iván, tengo que irme – dijo avergonzada al verme -. Te cojo prestada la camisa que mi ropa esta hecha añicos.
- Muy bien, muy bien – dijo sin ni siquiera mirarla, centrándose únicamente en el arma.
Vi salir a la chica
corriendo con pequeños pasos. Volví a mirarla y sin quererlo me
reí.
- ¿Tú no descansas, eh? - dije riendo.
- No me hace falta descansar, – me guiñó el ojo y continuo con su trabajo – si quieres te lo demuestro luego.
- No, no... Tengo cosas que hacer.
- Ya sabes que siempre estoy aquí, así que pasate cuando quieras – dijo muy serio e hizo una pausa -. Pasame ese destornillador.
Se lo pasé y le
pedí un papel y un bolígrafo que me dio enseguida. Mientras
escribía, Iván dijo:
- He acabado princesa. ¿Jugamos?
- Un segundo, espera un segundo – dije mientras acababa de escribir y luego le miré -. Tienes que hacerme un favor.
- Dime, soy todo oídos.
- ¿Puedo probar las armas en algún lugar? - dije sonriendo.
- Sí, claro. Eso te iba a decir. Sígueme.
Cogí el papel y le
seguí. Entramos en su habitación. Su cama tenía unas cortinas que
le caían alrededor, como si fuera el lecho de alguna princesa,
supuse que fue el resultado de alguna fantasía femenina. Cerca de la
cama pude ver trozos de tela rotos por todo el lugar. Pasamos esa
habitación y llegamos a una sala de tiro. Entonces, empecé a
preparar todas las armas y a prepararme yo para poder practicar.
- ¿Ellas lo saben?
- ¿Qué tienen que saber? - preguntó Iván poniéndose también la indumentaria adecuada.
- Que estás con todas a la vez – dije recolocando mis gafas.
- Yo no les he dicho nada pero supongo que a lo mejor lo habrán hablado entre ellas. Además, eso poco me importa.
- ¿Y sus sentimientos? - dije y luego disparé una vez.
- ¿Tienen de eso? - empezó a reírse – Ellas son peores que yo. Yo solo me divierto y ellas también.
- Ya... - volví a disparar - ¿Has modificado la Llama XI-B?
- Sí. ¿Lo has notado, eh? Tiene más velocidad y potencia, así que cuidala bien.
Disparé un buen
rato y también comprobé mis dagas viendo si estaban suficientemente
afiladas.
- ¿Esto está insonorizado?
- Sí, ¿por qué? ¿quieres jugar aquí? - puso sus manos en mis caderas.
- No es eso. No se porque será pero me das confianza y quiero que me ayudes con algo – saqué el papel de antes de mi bolsillo y cogí su mano poniéndoselo dentro -. Dale esto a Marco, el chico nuevo. Es urgente que se lo des nada más yo salga de aquí.
- ¿Por qué yo? - dijo extrañado.
- Aún no lo se pero de ti dependerá mi vida y mi suerte. Además no puedo confiar en nadie de la base.
- Está bien, te ayudaré.
Le abracé tan
fuerte como pude. Al salir, le di otro abrazo y le dije al oído
suavemente: “Esta vida no te conviene... te hará daño.”
¿Por qué se lo había dicho a él? Podría habérselo dicho a Mila
pero había cosas que no me encajaban. Además, no conocía a muchos
más en la base y los que conocía me odiaban por alguna razón, como
Giselle.
Llegué a la salida
de la base con todas mis armas en su sitio. Allí estaban Mila y
Ronald. Le di las gracias a Mila e indiqué el camino que íbamos a
seguir a Ronald. Así me alejé de la base con Ronald detrás de mi.
Estuvimos corriendo
durante un rato y oímos aullidos no sé porqué pero eso pintaba
mal, así que aceleramos el paso.
Mientras, en la
base...
Mila volvió a su
despacho y se dirigió a investigar el cofre. Vio la inscripción que
había en su lateral y le pareció una cursileria. Abrió el cofre y
dentro había un papel: “ Halcón a topo, mandanos tu informe.
¿Hablaste de un nuevo aliado? ¿Traspasasteis las puertas del
palacio de Hades? Contesta.” Mila se rió y pensó que Adam y
sus amigos habían visto demasiadas películas pero que si estaba en
lo cierto, ese cofre se podía comunicar con el exterior. A Mila le
pareció todo esto muy interesante y no tardó ni dos segundos en
ponerse a escribir una nota para enviarla mediante el cofre.
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**Detalles de dibujo** Espero que os guste.
me encanta!!, lamento no haber comentado en el orto capitulo es que estaba un poco desconectada de Internet por los estudios y eso, ¿así que una caja que se conecta con el exterior e?, que genial, Mila me esta dando mala espina, y el chico de las armas es todo un caso, jaja, me gusta sigue así, besos.
ResponderEliminar-Agus-