VIII
Pasaron
días y días y, al final, el día esperado llegó. Vi aparecer a
Mila y abriéndome la puerta dijo: “Espero que hayas reflexionado”.
Salí corriendo pero en cuanto recorrí un pasillo entero recordé
que no conocía nada en esa base. Paré y miré a mi alrededor. Había
un chico en el pasillo paralelo. Parecía tener unos 25 años. Era
alto, de espalda ancha pero sin demasiado musculo, de piel clara,
pelo castaño con reflejos rojizos y, lo más impactante, iba sin
camiseta y rodeado de armas por todo su cuerpo. Era guapo, tenía que
reconocerlo, por eso me costó mucho más acercarme a preguntarle
dónde podía estar Ángel. A medida que me iba acercando vi un
tatuaje en su brazo izquierdo. Parecía alguien realmente fuerte,
hablando físicamente.
- Hola... - lo dijo sin apenas mirarme, fijándose solamente en una de sus pistolas que parecía haber recibido un golpe. Al minuto, alzó la mirada y se sorprendió por algo. - Será... ¿podrías hacer el favor de darte la vuelta y enseñarme poco a poco ese cuerpo que tienes? - entonces se le escapó una picara sonrisa.
- ¡¿Por qué debería hacerlo?! - ceñí el entrecejo sin apenas darme cuenta .– Solo quería preguntarte si sabias dónde podría localizar a un chico rubio llamado Ángel – me giré dispuesta a marcharme.
- ¡Eureka! Tu eres la que ha formado todo este follón... La del tatuaje maldito – hizo una pausa que resulto algo tensa para los dos -. Ángel está en la enfermería. Primer pasillo a la derecha.
- Gracias – respondí sin girarme y en un tono muy serio.
Corrí,
solamente corrí sin mirar atrás. Todo. Todo es mi culpa.
Llegué
a la enfermería y abrí todas las cortinas, que separaban una cama
de otra, en busca de él a pesar de las riñas de las enfermeras. No
estaba, no estaba, no estaba...
- ¡Esme! ¡¿Qué haces?! No se corre por la enfermería – era la voz de Ángel riñéndome, luego suspiró -. Sales hoy de prisión y ya lo alborotas todo.
Me
giré y allí lo vi. Tumbado con vendas en la pierna y una sonrisa
angelical. Me senté a su lado en un ladito de la cama con un
“Perdón”.
- De verdad, que desastre para ser como eres bastante mayor. Por cierto... - mi miró muy serio esta vez -. Ese collar no pertenece a nadie de la base.
- No nos preocupemos por eso ahora. Dámelo – me lo dio y yo continué hablando un poco preocupada -. Dime que ha pasado. ¿Por qué te han herido?
- Esto... es algo complicado, así que ponte cómoda.
Yo
cogí una silla que había cerca y me senté. Él empezó a hablar:
“ Ayer
vino un chico alto, fuerte, con el pelo negro y las facciones de la
cara muy marcadas. Recorría todos los pasillos ignorando las
preguntas que le hacían Mila y los demás. De repente me arrimé
para tranquilizarlo y en el momento en que me vio, se paró.
- ¡Tú! Tu eres quien se la ha llevado. Tu te fuiste con ella. ¡¿Dime donde está?! - dijo alterado y chillando.
- Tranquilízate– dije de forma pausada -. ¿A quién buscas?
- Ahora me dirás que no lo sabes... - estaba poniéndose nervioso por momentos e iba a acabar muy mal – morena, ojos verdes, tatuaje en la nuca... ¡mi prometida, cabrón!- mientras chillaba esto último sacó una pistola -. ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Por qué no cumple su misión?!
Todos
estaban a punto para intervenir y yo fui a moverme. Él con sus
temblorosas manos, sin darse apenas cuenta me disparó y cuando se
percató de lo ocurrido, huyó sin dejar rastro. Mila empezó a
seguirlo pero no consiguió atraparlo, solo le clavo una flecha pero
sin ningún efecto.”
- Yo...yo...- no me salían las palabras – no entiendo nada. Lo siento Ángel. Todo es por mi culpa... lo siento – entonces apareció una lágrima inesperada en mis ojos -. Pero... lo solucionaré.
Salí
corriendo, tan rápido como había llegado hasta allí. Ya conocía
algunos pasillos así que fui a la sala de reuniones de la otra vez.
Entré y no había nadie. O eso creía yo...
- Esme. Aquí detrás – me giré y allí estaba Mila, sentada en la oscuridad -. Sabía que vendrías a por mi en cuanto te enterarás de todo. ¿Qué piensas hacer?
- Dame las armas. Voy a buscarle y a descubrir que ocurre con todo esto. En cuanto sepa lo que quiera saber, volveré. No te preocupes.
Mi
mirada era decidida y parece que Mila lo notó, hasta tal punto de
decirme, después de un suspiro: “Esta bien. Ten cuidado. Sígueme”.
La seguí, como ella me indicó. Llegamos a la misma habitación en
la cual hacia algún tiempo Ángel me vio o casi me vio desnuda.
Estar rodeada de armas me hacia sentir bien, aunque no sabía muy
bien porque. Pegué una ojeada rápida por el sector de las pistolas
y cogí las mías. Luego le tocó a las dagas. Pero me fije que
encima de la mesa había un cuchillo un tanto peculiar y me lo
escondí cuando Mila no estaba mirando. Salimos de la habitación y
me acompañó hasta la salida. Cuando llegamos a la parte exterior de
la base, le dije:
- Mila, hazme un favor – cuando vi su cara interrogativa continué hablando -. No le digas nada a Ángel. No quiero que sepa nada de esto... Gracias por todo.
- Esme, parece mentira … no tienes que darme las gracias por nada. No le diré nada a Ángel. Ahora date prisa, te quiero de vuelta en 2 días. Luego serás forzada a volver. Adiós.
Cuando
acabó de hablar, volvió a la base sin apenas mirarme. Yo, por mi
parte, empecé a correr pero esta vez sabía muy bien donde quería
ir.
Al
pasar dos horas sin descanso decidí hacer una pequeña pausa y
sentarme en una pequeña caja de aquel callejón. Estaba cerca de mi
destino y esperaba que ese hombre estuviera allí. Por más que me
esforzaba no lo recordaba. ¿Estaba yo prometida? Solo el tiempo me
lo diría. Me levanté y comí algunos bocadillitos que había cogido
de la base. Luego continué mi camino.
En
solo diez minutos ya estaba en aquella casa de escaleras ruidosas y
puertas chirriantes. De nuevo en aquella habitación, aquel espejo,
aquella munición de la APS, aquellos restos restos de comida....
Todo igual. ¿Todo? Ahora lo recordaba... Había dejado un mensaje en
el espejo tiempo atrás. Lo miré pero como respuesta mi pregunta en
sangre solo había: “Tu lo sabes muy bien”. Mientras leía
detenidamente esas palabras una y otra vez, escuché que alguien
entraba en la casa. Me escondí detrás de la puerta, para dejarle
inconsciente si era preciso. Entró. Era alto. Más alto que Ángel.
Iba cubierto con una capa y con la capucha puesta. La capa estaba
llena de polvo y sangre. Dio dos pasos hacia delante y paró en seco.
Yo ni respiraba, no quería ser descubierta. Allí en aquella tensión
todo pasó muy deprisa. Solo pasaron dos segundos y yo estaba contra
la pared y de espaldas a él. Me cogía las dos manos con una de las
suyas (era enorme) y su otra mano me cogía por la cintura
acercándome hacia él. Allí lo olí, olía a mar, a playa... ¿Quién
eres misterioso A.L.?
Desde luego el capitulo es largo, pero te puedo asegurar que lo he leido todo. Ha quedado muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡esta es la primera ves que entro a tu blog y me e leeido toda la historia de una, ya quiero ver que es lo que pasara....
ResponderEliminarme come la intriga..XD
-Agus-
Gracias. Me alegra saber que hay gente a la que le gusta la historia.
ResponderEliminarUn secretito, ya tengo casi acabado el otro capítulo ;) así que estate atenta.
Muchos besos.
creo que es mi capítulo favorito <3
ResponderEliminaresta llena de intriga
por eso es tan buena esta historia
muahahaha A.L
excelente personaje