viernes, 23 de noviembre de 2012

Gracias a "LA DAMA DE LOS VAMPIROS"

Como ya he puesto en el título: Gracias al blog La dama de los vampiros

Hace algún tiempo Samantha planteó un concurso de enviar una fotografía y ella la vampirizaria o la haría gótica, con su gran control de esos  programillas de retocar. Aunque supongo que muchos ya conocéis el blog y os acordáis de lo de su concurso; si no es así os invito a leer sus escritos. 
Pues parece ser que he ganado el concurso, podéis verlo en: Regalo Foto Vampiro 

Ahora os pondré la obra de arte de Samantha:




domingo, 18 de noviembre de 2012

Sobrevivir cuando ya estás muerto (XVI)


XVI


Desperté entre escalofríos y olor a tabaco. Me levanté y miré fuera de mi habitación. Allí estaba Leire trabajando en unos papeles de enfermería mientras se fumaba un cigarrillo. Parecía cansada. A pesar de haber varias enfermeras en la base, parecía que la habían dejado sola. Iba a acercarme pero apareció alguien. Era Marco. Este se acercó a ella y dejo un café en la mesa. Luego se apoyó contra una pared y le dijo de forma inexpresiva: “Si quieres puedo ayudarte, tengo conocimientos de medicina”. Ella sonrió y cogió el café de la mesa. Tomó un poco de café y al volverlo a mirar dijo casi entre dientes : “Gracias”.

Miré mi reloj y decidí volver a la cama. Eran las cinco de la mañana.

Era pequeña, muy pequeña, cuando mi madre conoció a un hombre muy atractivo en un campo de rosas negras. Ella le sonrió amablemente y él le ofreció una cajita pequeña decorada con los dibujos de un perro de tres cabezas. Hablaron un rato y luego se despidieron. Más tarde volvió a casa como siempre.

En casa, mi madre abrió la caja, encontrando en ella unos pequeños bombones y una nota que decía:
Preso de amor quedé en un rosal,
y cautivo quedé de un amor infernal.”

Mi madre cogió lentamente el bombón y saboreándolo, dejó caer la nota y la caja en el suelo. Noté un pinchazo en mi nuca y mi madre cayó en la cama. Intenté despertarla una y mil veces. “¡Mamá!¡Mamá!”


  • ¡Mamá! - chillé abriendo los ojos de golpe.
  • ¡¿Estás bien, Esme?! - dijo Leire que acababa de aparecer con cara de preocupación.
  • Sí, si... solo ha sido una pesadilla.

Empezaba a recordar, a recordarlo todo poco a poco. Empecé a atar cabos de lo que me estaba ocurriendo aunque aun me faltara mucho por descubrir. Absorta en mis pensamientos me alcé de la cama y le dije a Leire: “Me prometiste que hoy podría ver a unas personas.” Ella simplemente asintió con la cabeza y cogiéndome por un brazo salimos de la enfermería.
Íbamos por el pasillo y yo intentaba soltarme del brazo de Leire. Escuché que alguien discutía en uno de los pasillos cercanos, así que seguí las voces para descubrir quiénes eran.

  • Estoy harta de esta falsedad. Ángel, ¡no huyas! - dijo Giselle cogiéndole del brazo – Siempre igual... ¿Cómo se te ocurre besar a la nueva mientras estás saliendo conmigo?
  • Eso no es cierto. Desde el día en que la vi te dije que quería acabar con la relación. Ella... ella es especial.
  • Entonces, ¿eso significa que nunca me has querido?¿Que me has utilizado? - dijo con la voz temblorosa – Tu no sabes lo que va diciendo la gente por ahí. Hace tiempo que dicen que soy tonta... y yo no quería creer que tu fueras capaz de hacerme daño. Ya me aviso Mila. Ya me dijo que tendría que hablar contigo.
  • No hables así. Pensé que lo nuestro era amor pero ahora veo que no. No lo hice queriendo.

Se escuchó un ruido al fondo del pasillo.

  • Esto no va a quedar así. Nosotros continuamos en una relación y más te vale que no me entere que vuelves a ir detrás de esa maldita perra que hirió a mi hermano.

Algo se volcó en mi corazón. ¿Por qué me dolió tanto escuchar que estaban juntos?

  • Vayámonos de aquí – dije a Leire en bajo, mientras me giraba y chillaba para que me escuchará Giselle, a pesar de la distancia que nos separaba - ¡Giselle! Yo no pienso acercarme a ese acosador. ¡Todo tuyo!

Me pareció que me había temblado la voz al decir las últimas palabras pero ahora ya estaba todo dicho. Intenté correr un poco mientras escuchaba a Ángel por detrás : “¡Esme ven aquí! ¡Esme!”
Le ignoré y, soltándome de Leire, intenté despistarles yendo por un atajo que conducía hacia el taller. Pero lo que no había pensado es que yo tenía una herida en el estomago y otra en el hombro y esto me volvía muy débil. De hecho, se suponía que no debería ni poder correr. Así, al poco rato me caí. De repente, apareció Ángel que había conseguido venir a por mi prometiéndole a Leire que no me alteraría. Intenté levantarme pero él me cogió dulcemente entre sus abrazos y me abrazo casi asfixiándome. No pude articular ninguna palabra. Nada. Silencio y más silencio que el consideró que era una aceptación de su abrazo.

Pasamos unos 5 segundos así, sin decir nada, y luego me cogió como si fuera una princesita, como cuando el novio coge a su nueva mujer para entrar en casa. De repente, me dí cuenta de la empalagosa escena que habíamos organizado en poco tiempo y que si yo hubiera estado en plenas facultades me habría dado arcadas.

Llegamos a su habitación y me tumbó en su cama. Él se sentó en una silla cerca de mi. Suspiró y buscó mis ojos. Yo giré la cara.

  • Escuchame por favor... - dijo con una voz un tanto apagada – Es verdad que estaba saliendo con Giselle pero desde el momento que te vi sentí algo. Era como si ya te conociera como si supiera que ibas a venir. Pero ahí no acabó la cosa... cuando vi tus ojos, lo vi todo claro. Sabía que eras tu, que tu eras la persona que quería a mi lado. ¿Acaso tu no sientes que el corazón se te acelera cuando nos vemos? ¿Acaso no tienes escalofríos? No sé tu que sentirás pero yo no puedo aguantar esta angustia dentro de mi. Estoy muerto en vida y nunca mejor dicho – dijo en una pequeña risita mientras cogía mi mano y la ponía en su pecho.

¡Ay Dios! Sentí como si me hubieran dado un calambre al tocar su piel y me reí a escondidas intentando disimular la rojez de mi cara. Era cierto que su corazón latía tan fuerte como una locomotora.

  • ¡¿Qué-qué-qué haces?! - dije mientras me temblaba la voz.

Sentía que él me atraía y que me pasaba todo lo que él había dicho: escalofríos, el corazón acelerado... Él me miro seguro de si mismo y yo apartaba la mirada como la niña que se avergüenza al hablar con desconocidos. Él se fue acercando a mi lentamente. Una de sus manos empezó a acariciarme el pelo y poco a poco bajó hasta mi mentón, sujetándolo un poco hacia arriba. Me miró sonrió y me beso. No fue como la primera vez que lo hizo. Esta vez fue muy tierno, muy cálido. Desde que estaba aquí y perdí la memoria, no sabía como se sentía el beso o lo que se debía hacer en ese momento y lo mismo me pasaba con el tema de las relaciones sexuales. Era una ignorante total en ese sentido. Sin embargo, no parecía ser muy difícil, mi propio cuerpo me guiaba y yo sentía que me gustaba y que quería estar así con él para siempre.

De repente, una de sus manos bajo hasta mi cintura y se introdujo por dentro de mi ancha camiseta. Paró un segundo para acomodarse mejor y estando completamente encima de mi, pero sin dejar caer su peso, continuó con su inspección por debajo de mi camiseta. Llegó hasta mi pecho y yo me alteré un poco. ¿Cómo debía reaccionar ante eso?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Mi más sincera disculpa...

Mi más sincera disculpa porqué estoy pasando por malos momentos y por muchos exámenes. Tardaré algún tiempo en volver a publicar como antes. Pero no os preocupéis que os dejo con la mejor compañía: Rodrigo, que de vez en cuando os renovará el apartado de arte con su amplio conocimiento. 

Gracias por no dejar de lado mi blog. Un abrazo muy fuerte. 

Victoria Francés