domingo, 29 de julio de 2012

Sobrevivir cuando ya estas muerto (XIII)


XIII

  • ¡Chicos! - dijo una voz de hombre -. Tenéis visita. Arreglaros que es una señorita.

De nuevo estaba en aquella prisión, aunque esta vez yo era la que estaba fuera de los barrotes. Adam estaba en la celda de la derecha, sentado y con la cabeza aguantada por los brazos, mirando hacia el suelo. Ángel, por su parte, estaba en la de la izquierda haciendo trabajos de rehabilitación con su pierna. Cuando entré y llegué al centro de la estancia pude apreciar lo heridos que estaban los dos. Ambos me miraron. Adam se acercó muy serio hacia los barrotes y me dijo que me acercara que necesitaba decirme algo importante.

  • Cuando viniste a la casa donde yo estaba viviendo... ¿fuiste con alguien más que te esperó fuera?
  • ¡No! ¿Por qué tendría que haber ido con alguien?
  • No chilles – dijo como si tuviera dolor de cabeza -. Y...¿te llevaste algo de mi casa?
  • Bueno... me dijiste que podía coger munición y armas, ¿no?
  • Sí, no lo decía por eso – dijo apretando la mandíbula -. Me ha desaparecido un cofre muy importante para nuestra misión y estoy convencido de que alguien te siguió. Del que más sospecho es del rubiales ese que te sigue a todos lados, Vanesa. Ten cuidado, puede que tenga compañeros y que quieran que no cumplamos la misión.
  • No hables así de él – dije mientras me giraba para mirar a Ángel -. Lo buscaré. Buscaré el cofre. ¿Tiene algo para que lo pueda diferenciar?
  • Busca en el lateral derecho: A > V Te quiero.
  • Vale – acaricié su cara -. Volveré pronto.

Me separé de su celda y me despedí, tanto de Adam como de Ángel. Salí al pasillo con mirada decidida, sabía lo que debía hacer. Para descubrir el culpable hay que volver a la escena del crimen.

Antes de ir allí, fui a hablar con Mila para explicarle que quería ir a la casa de Ángel a buscar una cosa que se me había caído. Mila aceptó con la condición de que fuera con un “guardaespaldas” llamado Ronald por si me encontraba con los perros o con algo peligroso. Yo no le puse inconvenientes aunque le dije que debía pasar por el taller antes, que nos encontraríamos en dos horas en la salida de la base.

Estaba delante del taller y golpeé dos veces la puerta, no quería interrumpir nada. Cuando entré, al escuchar la voz del chico que supuestamente se llamaba Iván, él estaba sentado en una silla, sin camiseta, con un cigarrillo encendido en la boca e intentando acabar de arreglar mi Glock.
  • Entra y siéntate. Estás en tu casa.

Me senté. Lo veía trabajar y me encantaba. Vi como hacía renacer mi pequeña pistola entre sus manos. A los cinco minutos de estar allí, se abrió una puerta que había al fondo del taller y que seguramente era la habitación del chico. De allí salió una chica pequeña, con gafas y vestida con una camisa de hombre que le sentaba muy bien.

  • Iván, tengo que irme – dijo avergonzada al verme -. Te cojo prestada la camisa que mi ropa esta hecha añicos.
  • Muy bien, muy bien – dijo sin ni siquiera mirarla, centrándose únicamente en el arma.

Vi salir a la chica corriendo con pequeños pasos. Volví a mirarla y sin quererlo me reí.

  • ¿Tú no descansas, eh? - dije riendo.
  • No me hace falta descansar, – me guiñó el ojo y continuo con su trabajo – si quieres te lo demuestro luego.
  • No, no... Tengo cosas que hacer.
  • Ya sabes que siempre estoy aquí, así que pasate cuando quieras – dijo muy serio e hizo una pausa -. Pasame ese destornillador.

Se lo pasé y le pedí un papel y un bolígrafo que me dio enseguida. Mientras escribía, Iván dijo:

  • He acabado princesa. ¿Jugamos?
  • Un segundo, espera un segundo – dije mientras acababa de escribir y luego le miré -. Tienes que hacerme un favor.
  • Dime, soy todo oídos.
  • ¿Puedo probar las armas en algún lugar? - dije sonriendo.
  • Sí, claro. Eso te iba a decir. Sígueme.

Cogí el papel y le seguí. Entramos en su habitación. Su cama tenía unas cortinas que le caían alrededor, como si fuera el lecho de alguna princesa, supuse que fue el resultado de alguna fantasía femenina. Cerca de la cama pude ver trozos de tela rotos por todo el lugar. Pasamos esa habitación y llegamos a una sala de tiro. Entonces, empecé a preparar todas las armas y a prepararme yo para poder practicar.

  • ¿Ellas lo saben?
  • ¿Qué tienen que saber? - preguntó Iván poniéndose también la indumentaria adecuada.
  • Que estás con todas a la vez – dije recolocando mis gafas.
  • Yo no les he dicho nada pero supongo que a lo mejor lo habrán hablado entre ellas. Además, eso poco me importa.
  • ¿Y sus sentimientos? - dije y luego disparé una vez.
  • ¿Tienen de eso? - empezó a reírse – Ellas son peores que yo. Yo solo me divierto y ellas también.
  • Ya... - volví a disparar - ¿Has modificado la Llama XI-B?
  • Sí. ¿Lo has notado, eh? Tiene más velocidad y potencia, así que cuidala bien.

Disparé un buen rato y también comprobé mis dagas viendo si estaban suficientemente afiladas.

  • ¿Esto está insonorizado?
  • Sí, ¿por qué? ¿quieres jugar aquí? - puso sus manos en mis caderas.
  • No es eso. No se porque será pero me das confianza y quiero que me ayudes con algo – saqué el papel de antes de mi bolsillo y cogí su mano poniéndoselo dentro -. Dale esto a Marco, el chico nuevo. Es urgente que se lo des nada más yo salga de aquí.
  • ¿Por qué yo? - dijo extrañado.
  • Aún no lo se pero de ti dependerá mi vida y mi suerte. Además no puedo confiar en nadie de la base.
  • Está bien, te ayudaré.

Le abracé tan fuerte como pude. Al salir, le di otro abrazo y le dije al oído suavemente: “Esta vida no te conviene... te hará daño.” ¿Por qué se lo había dicho a él? Podría habérselo dicho a Mila pero había cosas que no me encajaban. Además, no conocía a muchos más en la base y los que conocía me odiaban por alguna razón, como Giselle.

Llegué a la salida de la base con todas mis armas en su sitio. Allí estaban Mila y Ronald. Le di las gracias a Mila e indiqué el camino que íbamos a seguir a Ronald. Así me alejé de la base con Ronald detrás de mi.

Estuvimos corriendo durante un rato y oímos aullidos no sé porqué pero eso pintaba mal, así que aceleramos el paso.


Mientras, en la base...

Mila volvió a su despacho y se dirigió a investigar el cofre. Vio la inscripción que había en su lateral y le pareció una cursileria. Abrió el cofre y dentro había un papel: “ Halcón a topo, mandanos tu informe. ¿Hablaste de un nuevo aliado? ¿Traspasasteis las puertas del palacio de Hades? Contesta.” Mila se rió y pensó que Adam y sus amigos habían visto demasiadas películas pero que si estaba en lo cierto, ese cofre se podía comunicar con el exterior. A Mila le pareció todo esto muy interesante y no tardó ni dos segundos en ponerse a escribir una nota para enviarla mediante el cofre. 



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**Detalles de dibujo**  Espero que os guste.


jueves, 26 de julio de 2012

El ansia del beso.


EL ANSIA DEL BESO.


Hoy te quiero, no lo niego
me cansé ya de hacerlo.
Hoy te quiero y te ruego,
tu corazón, poder tenerlo.

Me cansé de perder tus labios,
de que escapasen a cada segundo,
de que parecieran extraordinarios,
huyendo de mis labios moribundos.

Besame y para siempre seré tuya,
matame en un suspiro de tu boca,
juntemos nuestras bocas desnudas,
volviéndolas totalmente locas.

Hoy te amo con locura,
como si fuéramos animales.
Hoy te amo sin cordura,
olvidándonos de los males.

Esperándote me hice a tu medida,
muñeca tallada a fuego de amor.
Aprendí tus costumbres, tus manías,
esperando tu sabor con temor.

Besame y para siempre seré tuya,
matame en un suspiro de tu boca,
juntemos nuestras bocas desnudas,
volviéndolas totalmente locas.

Retengo tu aroma en mi piel,
tus labios juntos a los míos,
aquel sabor a dulce miel,
que llenaba mis labios vacíos.

ORC.

martes, 24 de julio de 2012

Carta de una niña al presidente.


Señor Presidente:

soy una niña de cinco añitos. Le escribo para que sepa mi historia. Mi papá se quedó en el paro. Mi mamá también. Nos quedamos sin casa y ahora vivimos con mis abuelitos. Mis abuelitos duermen en su cama, mis papis en el suelo y yo en el sofá. Mis papis dicen que todo está muy mal, que el euro nos ha hundido pero yo no sé nada de eso. Solo se que los dos van todos los días a buscar trabajo y yo mientras me siento en la esquina de un supermercado, muy quietecita, con un cartelito que tiene algo escrito. La gente me mira con pena y se arriman a darme moneditas pequeñas de 5 o 10 céntimos. Algunos me traen algo de comida pero me lo como tan deprisa que muchas veces me sienta mal. Al principio estaba yo sola y la gente me daba más cosas pero ahora somos cinco personas sentadas en la misma esquina. A la tarde vienen mis papás a recogerme y vamos a casa. Allí mi madre llora y me abraza, mi padre chilla cosas sobre política y se desespera, y mis abuelitos ponen cara de pena. Llega la hora de cenar y comemos un trozo de pan con un poco de arroz del día anterior. Al día siguiente es mi mamá quien va al supermercado y yo acompaño a mi abuelita al médico. Escuché que decían que estaba muy malita y vi como mi abuela lloraba. Luego fuimos a la farmacia y decían que ahora tenía que pagar dinero por sus medicinas, que usted lo había dicho. Mi abuela miró al farmacéutico por última vez y se fue a casa conmigo de la mano. “¿Estás bien abuela?¿Qué pasa?” Ella no contestó y simplemente continuó su camino. Pasamos por delante de un colegio y los niños que estaban dentro me miraban raro. Al llegar a casa vi a mi madre y dijo que no le habían dado nada en el supermercado. Mi padre llegó a casa ahogado de tanto correr. Llevaba entre sus manos algunas frutas y verduras. Además parecía que algún hombre malo le había hecho un corte en el brazo. Mi abuela les dice a mis papás lo que le ha dicho el médico y ellos se asustan porqué dicen que es la abuelita la que consigue algo de dinero del gobierno con su pensión aunque esta sea bastante pobre también. ¿Sabé usted que en pocos días nos quitan el agua, la luz y la casa de mis abuelos? ¿Dónde viviremos señor? Le pido ayuda, pero ayuda de verdad. Necesito una educación digna pero, sobre todo, necesito que mi familia y yo podamos comer y podamos estar sanos.

Un niña.




> Miles de casos parecidos ocurren en España y, cada vez, va a haber más ejemplos de esta injusticia. ¿Debemos permitir que esto empeore? Por favor, amigos, compañeros, ciudadanos, compatriotas... alcémonos en contra de esta situación.

** entrada totalmente escrita por mi**

viernes, 20 de julio de 2012

Sobrevivir cuando ya estas muerto. (XII)


XII


Pasé un par de horas viendo como trabajaba aquel chico. El mundo de las armas, su mundo, era totalmente fascinante. Hubiera seguido en ese lugar muchas más horas pero nuestro trabajo se vio interrumpido por una despampanante chica. Era alta y esbelta. Su pelo rubio le caía por su espalda como si se tratara de una cascada. Y sus caderas, sus caderas se movían hipnotizando a cualquiera que las mirara. Entró en la habitación sin vacilar, pisando fuerte con sus enormes tacones. Fue directa al chico. Le besó y le dio un papelito que él dejo caer en su escritorio.

  • Iván, acuérdate de tus promesas – la chica desprendía sensualidad en sus palabras.
  • Layla, - sonrió el chico picaramente – esperame cinco minutos que acabe con esta daga.
  • No te preocupes – dije mirando a los dos -. Pasaré más tarde.

Salí rápidamente con el rubor impregnando mi cara. Desde fuera del taller escuché un débil gemido y me fui de allí. Paseando por el pasillo me encontré con Ángel.

  • ¿Estás bien? Te veo algo colorada – dijo preocupado.
  • Sí, no pasa nada – me reí forzosamente -. ¿No deberías estar reposando? Aún estas herido.
  • Sí pero... ¿te apetece hablar, Esme?
  • Vale.

Fuimos a su habitación. Le acomodé en la cama para que no le molestara la pierna y yo me senté en una silla a su lado. Él suspiró y me miró, dando a a entender que aunque le costara hablar iba a empezar a hacerlo.

  • ¿Descubriste lo que querías? - dijo sin mucho entusiasmo.
  • Más o menos... ¿te ocurre algo, Ángel?
  • No te preocupes. Por cierto, ya sabes tu nombre ¿no? - me miró a los ojos pero daba la sensación que miraba a un lugar más lejano.
  • Sí. Me llamo Vanesa, - entonces continué con una voz muy tierna – pero no quiero que me llames así. Quiero el nombre por el que tu me bautizaste: Esme.

Vi que sus ojos brillaban como si fuera a llorar pero simplemente me sonrió buscando mi mano con la suya. De repente abrió mucho los ojos y dijo:

  • Por cierto, Vanesa....¿ no era el nombre del colgante que había en prisión?
  • Tienes razón – dije sobresaltada y saqué el colgante de mi bolsillo -. Tendríamos que abrirlo. Tal vez descubra algo más de mi vida.
  • Está bien aunque.. - ahora empezó a hablar en voz baja – no quiero que vuelvas a tu vida si le perteneces a él.
  • ¿Qué decías? No te he escuchado bien.

Él simplemente negó con la cabeza y cogió el collar de mi mano. Intentó abrirlo pero no podía, así que me pidió una herramienta que tenía en el primer cajón de su escritorio. Unos segundos más tarde, se abrió. Al abrirse, se dejaron ver dos pequeñas fotografías. Un bebé, a un lado y al otro lado, una pareja, pero la mujer tenía la cara rayada y solo se distinguía una pequeña sonrisa en su boca. Toqué la cara de esa mujer que era una desconocida para mi y una lágrima salió de mis ojos. Me giré para que Ángel no me viera.

  • ¿Ocurre algo? ¿Recordaste más cosas? - dijo preocupado.
  • No, es que no sé que me pasa...

Miré de nuevo el colgante y vino a mi mente una imagen de esa mujer con la cara difuminada riéndose con alguien. Ese alguien no era la misma persona que la del collar ya que el del collar era mi padre y lo conocía de sobras. Esa persona le dio un beso a la mujer y se fue de nuestra casa.

  • ¡Esme!¡Esme! - grito Ángel mientras me zarandeaba de un lado a otro.
  • ¿¡Qué!? - contesté, algo de mal humor.
  • Estás como ida, ¿qué pasa?
  • Simplemente... no me gusta este collar. Quedatelo tu por el momento.

Él me obedeció y lo agarró guardándolo en una pequeña mesita.

  • Quería preguntarte una cosa, ¿cuando todo esto acabe, te iras con el tipejo que me disparó?
  • Se llama Adam – hice una pausa mirado sus profundos ojos grises y tocando uno de sus mechones rubios -. Además, aún no sé que voy a hacer.
  • Quedate conmigo.
  • ¿Qué? - dije soltándole el pelo.
  • Esme, quedate conmigo.
  • Yo... yo...

Me levanté torpemente y me dirigí hacia la puerta. Cuando salí al pasillo, vi que Ángel me había cogido de la mano. Me dijo: “Esme, una cosa...” Me empujó hacia él y alzándome la cara por el mentón me besó. Yo me quedé paralizada porque sentí un movimiento extraño en mi corazón. Al segundo, ya tenía muchísimas pulsaciones por minuto. No sabía que me ocurría, pero eso no debía ser bueno.

  • ¡Vanesa! - chilló Adam que iba precedido por Mila.

Empujé a Ángel para poder separarme y vi como venía Adam hacia él con intención de pegarle. Ambos empezaron una pelea y cuando busqué ayuda mirando hacia Mila, me pareció que esta se reía pero seguramente sería cosa de mi imaginación. Como vi que no pararían y que no tenía quien me ayudara, ya que Mila había desaparecido por arte de magia, me puse en medio de ellos. Ambos me advirtieron que no me interpusiera y yo les di un bofetón a los dos. Desgraciadamente no sirvió de nada e, incluso, recibí más de un golpe. Vinieron unos supervisores alertados por el ruido y estos llamaron a unos guardias que cerraron a Ángel y a Adam en el calabozo donde yo estuve una vez.

Había visto como se los llevaban pero no quise ir detrás de ellos, no después de todo lo que había pasado. Entonces, me fui a dar vueltas, simplemente, por caminar. Pasé por delante del taller pero aún escuché algún que otro gemido, así que continué sin más. Fui a ver a los supervisores para que me dejaran salir fuera un rato. Al final, conseguí salir. Allí fuera estaba Giselle que nada más me vio quiso entrar de nuevo en la base. Cuando nos cruzamos me dijo “Te lo tienes bien merecido, guapa”. Levantó su cabeza haciendo saltar a sus rizos castaños y se fue sonriendo. Yo ignoré lo que acababa de ocurrir con un suspiro y me senté en el techo de aquel edificio, dejando caer mis piernas en la nada. Mi trasero estaba en el borde de aquel edificio y daba la sensación que cualquier ráfaga de aire me tiraría de allí, cayéndome en picado al suelo. Allí se estaba genial. El aire golpeaba mi cara como si la acariciara.

  • ¿Qué te preocupa? - dijo Marco detrás de mi.
  • Todo y nada – respondí sin apenas girarme.
  • ¿No es eso muy filosófico?
  • ¿Qué quieres que te conteste? - me tumbé y miré hacia el cielo – Es todo tan complicado...
  • No has pensado que, a lo mejor, la que se complica eres tu – dijo aún de pie y mirándome desde más atrás.
  • Tal vez...
  • Tal vez – dijo mientras se iba dejándome sola para pensar.

¿Me complico yo? Tal vez, si solo hiciera lo que siento en mi corazón... No, eso no. No puedo dejarme guiar por los sentimientos, no sería racional. Pero por alguna razón pienso que la solución al lío de mi cabeza sobre Adam y Ángel solo se solucionará mediante estos. ¿Qué es lo correcto? ¿Qué debo hacer? 

miércoles, 18 de julio de 2012

Una de playa.


El otro día fui a la playa en bici. Para empezar, fue un tormento entrar con las bicicletas por la arena. Si ya es difícil entrar sin peso, no os podéis imaginar lo que fue eso. Cuando llegamos al lugar exacto (cerca del mar pero sin riesgo de que se mojaran las cosas), nos dispusimos a poner las toallas. Poner las toallas es una cosa muy difícil aunque no lo parezca. Debemos calibrar el aire, ver la disposición de los otros compañeros, elegir si queréis estar en fila o en cuadrado (es decir, unas toallas delante de otras o todas en fila) y ponerlas de tal manera que no entre arena por ningún espacio. El siguiente paso, es ponerse el protector solar (aunque muchos omiten este paso). Entonces, depende de si vas con chicas o chicos suelen ocurrir dos cosas. Ir directamente a bañarte o a jugar a matarse por la arena, o ponerte a tomar el sol. Yo como iba con los chicos me tiré al agua sin ni siquiera pensarlo. Casi prefería esa opción porque realmente hacía muchísimo calor. El agua estaba revuelta y había bandera amarilla. Los chicos quisieron entrar más adentro. De repente vi la marea que transcurría bajo aquellas olas, algo más altas de lo habitual. No había demasiada corriente pero enseguida empecé a recordar aquella vez que por poco me ahogo:

Un día estaba nadando en el mar con unos amigos. Todo estaba genial y todos nos lo pasábamos bien. De repente, decidimos salir y vimos que nos costaba mucho nadar hacia la orilla. Vi que todos lo consiguieron y que yo por más que me esforzaba, no lo conseguía. Las olas pasaban por encima de mi cabeza y eran tan seguidas que a penas tenía tiempo de respirar. Noté que empezaba a faltarme aire, que me cansaba y que me empezaba a doler el pie en el cual me he hecho tantas lesiones en mi vida de deportista. Creía que no conseguiría salir de ahí y mi propio nerviosismo me creó hiperventilación que se entrecortaba por las constantes olas. Alguien llegó a mi lado y me dijo: Deja de moverte o te pegaré. Yo estaba asustada y no podía dejar de moverme en mi lucha por conseguir algo de aire, algo de oxigeno. Mi amigo haciendo el torpe intento de ser un socorrista me agarró más fuerte e intentó nadar conmigo. Hubo una ola que nos arrastró hacia al fondo, me pareció que estuvimos una eternidad allí bajo. Lo siguiente que recuerdo es que mi amigo me cogía por la cintura mientras yo cojeaba y nos tiramos en la arena. Aún con el pulso acelerado y la mirada perdida me giré hacia él dándole gracias mil veces.”

Estuve en el agua y luego salí junto a mis amigos. Me tumbé a secarme. Ellos empezaron a cavar un agujero en la arena y la verdad es que no les hice mucho caso. Cuando volví a mirar había un agujero enorme y me acerqué a cotillear. Estaban haciendo un supuesto jacuzzi. La verdad es que habían hecho un boquete enorme, donde cabían tres personas, y muy hondo ya que había encontrado agua. Además habían hecho un pequeño canal para que el agua del mar les llenara su jacuzzi. Se metieron tres de mis amigos y los demás les empezaron a tirar arena hasta que solo se les veían las cabecitas. Les hicimos miles de fotos estaban muy graciosos.

Más tarde fueron a cazar cangrejos y estaban más felices que un niño con zapatos nuevos. Recuerdo como vinieron a que les hiciera nudos en los hilos que iban a utilizar para cazarlos. Al rato, llegaron tristes porque no tenían donde poner el cangrejo y entonces no lo habían traído.

Finalmente acabó el día. Debo reconocer que me gusta más la piscina pero ese día en la playa había estado muy bien. El único y mayor inconveniente... la incomodidad de la arena y, sobre todo, si tienes que volver en bicicleta como hice yo.

martes, 17 de julio de 2012

Solución enigma: Pasillo lleno de luces.

¿Recordáis el enigma? Bueno si no es así vuelvo a explicar la situación:


Va un hombre corriendo por una pasillo muy largo y con muchas luces. Él hombre está trajeado y lleva un maletín. Parece que se dirige a la habitación que hay al fondo de aquel pasillo. Mientras está corriendo se apagan las luces y el hombre deja de correr. Cuando se vuelven a encender, el hombre mira su reloj, tira el maletín al suelo y vuelve caminando por donde había venido. ¿Qué ha ocurrido?


Y ahora explicaré la solución, perdonad por ponerlo tan difícil:


Ese hombre es un abogado que tiene las pruebas de que un hombre es inocente. Pero ese hombre está condenado a la silla eléctrica. Cuando el abogado ve que se han apagado las luces por una sobrecarga se da cuenta del triste final: la muerte de su inocente cliente. Así que se resigna y vuelve por donde había venido. 




Bueno chic@s suerte a todos en el próximo enigma ^^ 

domingo, 15 de julio de 2012

¡Enigma!

Mención especial para: Kasper  y Desde mis ojos , que con su ingenio fueron los primeros en adivinar el enigma que puse en la entrada del cumpleaños del blog. Además, quiero felicitar a aquellos que también lo descubrieron aunque más tarde. 


Hoy me dispongo a poner un enigma de mi época de campamentos. Os explico la situación: 

Va un hombre corriendo por un pasillo muy largo y con muchas luces. Él hombre está trajeado y lleva un maletín. Parece que se dirige a la habitación que hay al fondo de aquel pasillo. Mientras está corriendo se apagan las luces y el hombre deja de correr. Cuando se vuelven a encender, el hombre mira su reloj, tira el maletín al suelo y vuelve caminando por donde había venido. ¿Qué ha ocurrido? 

** Proporcionaré alguna pistilla si quereis. **

Suerte a todos :)

miércoles, 11 de julio de 2012

Sobrevivir cuando ya estas muerto (XI)



XI

Tanto Adam como yo luchábamos sin descanso y parecía que no acabáramos nunca. Monjes, monjes y más monjes. De repente, sin darme apenas cuenta, habían desaparecido más de la mitad y entre todos ellos pudimos ver un hombre. Me resultaba familiar.

  • Gracias por tu ayuda. Soy Marco – dijo con una voz seria.
Tanto Adam como yo no teníamos palabras después de ver que un solo hombre se hubiera ocupado de todos aquellos monjes.

  • Van a venir más. Debemos marcharnos – dijo mientras iba a algún lugar entre la oscuridad -. ¡Vamos!

Adam no puso buena cara pero al ver que estaba agotada aceptó seguirlo. Nos alejamos unas dos calles de aquel lugar para reponer fuerzas.

  • Marco, te salvé cuando aún eras nuevo aquí, ¿no? - tenía curiosidad por saber si era aquel hombre aterrador que encontré el día que recibí por primera vez una nota de A.L.
  • Sí, te perdí la pista cuando pasaste por debajo de un coche. Creía que habías muerto después de la explosión – tenía una cara totalmente inexpresiva.

Los tres estuvimos hablando durante algún rato hasta que apareció ante mis ojos Ángel. Llegó agotado. Parecía que hubiera corrido por la ciudad durante un día entero y, encima, cojeando. Ángel y Adam se miraron como dos gladiadores antes de entrar en la arena. Fui corriendo a agarrar a Ángel que parecía que se iba a caer de un momento a otro.

  • ¿Qué haces aquí? Aún estás herido – estaba realmente preocupada.
  • No, Esme, no... - agachó la cabeza y luego volvió a mirarme - ¿Qué coño haces tu aquí? De todas formas, dice Mila que te dio dos días y ya ha pasado el tiempo acordado.
  • ¿Esme? ¿Quién es Esme? - dijo Adam furioso.
  • Ya está bien Adam. No quiero discusiones. Aquí soy Esme – miré de nuevo a Ángel-. Estaría bien volver pero debemos acabar la misión.
  • ¿Pensabais entrar allí? ¿En esas puertas? - preguntó Marco.
  • Sí, ¿qué ocurre? - contestó enfadado Adam, no por Marco sino por la otra compañía que teníamos.
  • Chaval, - Marco miró a Ángel – si tenéis amatista allí a donde vais, estaría bien coger un poco.
  • Sí que hay – contestó mirándome dulcemente como si no quisiera dejar de verme ni un segundo -. Volvamos.

Hablé con Adam en privado intentando que me hiciera caso y volviera con nosotros a la base. Al final decidió que fuera yo sola que él debía hacer unas cosas. Se despidió susurrándome en la oreja: “No seas igual que tu madre, no me hagas daño.” Me toqué la nuca instintivamente y vi como se marchaba llevando en su espalda una mancha roja ya que se le había abierto la herida que le hizo Mila. Me rompía el corazón aquella escena.

Llegamos a la base y Mila nos recibió dándonos una habitación a cada uno para que pudiéramos descansar. Me fijé que cuando Mila nos saludó alguien entró detrás nuestra. No hice mucho caso y me fui a mi habitación dándome cuenta que Mila cogió del brazo a ese alguien y se lo llevó a una sala. Yo simplemente me tumbé un rato.

Mientras... Mila hablaba en su despacho con Ronald.

  • ¿La has seguido?
  • Sí, señora. Hice todo lo que me mandó. He descubierta nueva información.
  • Nombre del individuo y localización de su base.
  • Adam Llorente – el tal Ronald parecía una máquina, tanto al moverse como al hablar-. Su base está en la zona Norte, sector 3.
  • Muy bien, - Mila frotaba sus manos mientras hacia proseguir a su compañero – ahora... dame toda la información que hayas recolectado.
  • Adam es el prometido de Esme. El nombre verdadero de Esme es Vanesa. Ambos están aquí por una misión. Aparentemente Vanesa no recuerda casi nada de la vida terrenal. Además, - dijo sacando algo de una mochila – encontré este cofre que parece tener mucho valor para ese Adam.
  • Muy bien, muy bien – dijo Mila sonriendo -. Pongamos las cosas más interesantes.

En mi habitación...

Yo no paraba de dar vueltas en la cama. Algo no dejaba de rondar en mi cabeza y aún no sabía muy bien que era. Decidí entretenerme limpiando las armas. Me di cuenta que tenía algunas rotas así que salí a ver si alguien me las podía arreglar o si podía encontrar algo de la munición que también andaba escasa. De nuevo en aquel pasillo semejante al de un hospital. Empecé a caminar por él, aunque me encontré pronto con Mila.

  • Hola, Esme. ¿Has descubierto lo que querías? - me dijo con su tierna sonrisa de niña.
  • Hola. Pues... no he descubierto todo lo que quería pero si me he enterado de bastantes cosas. Por cierto, ¿puedo arreglar mis armas en algún lugar?
  • Sí, de hecho, tenemos un mecánico en la base que nos lo arregla todo – alzó su mano y señaló hacia un pasillo que se encontraba detrás mio -. Continua por allí y verás un cartel que pone taller.
  • Gracias – le sonreí -, nos vemos luego.

Seguí sus indicaciones y allí estaba el taller. Su puerta era diferente a todas las demás. Diferente no tiene porque significar peor, pero en este caso lo era. La puerta tenía señales de golpes e, incluso, pinturas de diferentes colores cubriendo su roída madera. De repente, sentí un suave aire en mi cuello y un dulce susurro que decía: “ ¿No entras, guapa? Hay muchas cosas interesantes ahí dentro.” Me giré y mi nariz se quedó a un palmo de los labios de un chico joven. Era el chico que me indicó donde estaba Ángel la otra vez. Me giré ignorándolo y entré en la habitación. Escuché como se reía y entraba detrás de mi.

Aquella habitación era el caos. Estaba llena de armas puestas por todo el lugar sin ningún tipo de orden. Vi una silla en medio de aquel desastre y cuando me giré vi que el chico me señalaba que me sentará en ella. Él pasó por delante de mi poniéndose detrás de una mesa cubierta de papeles.

  • ¡Bienvenida a mi mansión! - sonrió y se encendió un cigarrillo -. ¿Qué desea la princesa?
  • Tengo algunas armas dañadas – empecé a sacar desde la más importante para mi a la menos importante -. Me dijo Mila que tu podrías arreglarlas – hice una pausa mientras le miraba -. Además me gustaría un poco de munición.
  • Muy bien – me guiñó el ojo -. Mientras le pego una ojeada a estas maravillas ves a aquella esquina. Allí encontraras todo tipo de munición, coge lo que te plazca.

Me acerqué y miré los diferentes tipos de munición y, de paso, todos los cachivaches que tenía por allí. Miré de reojo al chico y me dí cuenta de que cuando trabajaba parecía una persona totalmente diferente. Era tan meticuloso y cuidadoso con cada pieza de cada arma como lo sería una madre con su recién nacido. Además, su cara se volvía aniñada y tranquila cuando hacía aquello que le gustaba.

  • Preciosa, ¿quieres que te enseñe? - dijo con la misma cara amable, que cambió al continuar hablando por una más picara - O tal vez, ¿prefieres que lo deje para luego y hagamos cosas más divertidas?

Entonces me di cuenta, todo su carácter es pura fachada. Me acerqué a él cogiendo un mechero que había encontrado. Me puse a su lado y le encendí el cigarro.

  • Enseñame a tratar las armas – cogí mi arma tomándola de su mano suavemente -, enseñame a sentirlas.

lunes, 9 de julio de 2012

Sumisión hacia la fortaleza.



Cada noche, sí, cada noche. Lloro entre sabanas de amargura ardiente. No es por ti, ni por él, ni por ella, ni por vosotros... lloro por mi. Por mi y mi desequilibrio sentimental y psicólogico que me causa esta situación insostenible. Desestructura familiar, dispersión de las amistades, dificultad económica. Sin embargo, yo, espartana de esta sociedad en ruinas me levantó por la mañana. Me levantó y lucho. Lucho por aquello que me pertenece, aquello que es mio. Recorro las calles en mi lucha contra el desempleo, encontrando con mucho esfuerzo un pequeño trabajo. Me neutralizo y mido mis palabras en mi lucha contra la desestructuración familiar, esperando la calma de tiempos mejores. Me informo de mis amistades y les ayudo en lo posible por no verme aislada de su grupo. Lucho porque lucho y no me arrepiento de ello. Tal vez me haga sumisa, pero de estas penas crearé mi fortaleza.

viernes, 6 de julio de 2012

En la pubertad.


EN LA PUBERTAD.

Llegamos pronto a la pubertad,
siendo compañeros de infancia,
teníamos una fuerte amistad,
donde reinaba la ignorancia.

Parecía amistad, ¿lo era?
Sentí en mi tu dulce mirada;
de repente sentí flojera;
“¿será que estoy enamorada?”

Late que late, dulce corazón,
que corre y vuela entre tus manos.
Late que late, sin una razón,
seamos un poco más cercanos.

Te miraba a escondidas,
siendo tu mi sol, mi alegría.
Curabas de amor las heridas,
haciendo tu felicidad la mía.

Del querer, dos niños esclavos,
decidimos ser algo más que ayer,
para así por siempre amarnos,
sintiéndonos en nuevo nacer.

Late que late, dulce corazón,
que corre y vuela entre tus manos.
Late que late, sin una razón,
seamos un poco más cercanos.

ORC

miércoles, 4 de julio de 2012

¡Cumplimos un año!

Parece mentira que ya hayáis tenido que soportarme un año con mis historias, mis poemas y algunos de mis escritos, que son de lo más extraños. Debo daros las gracias porque si no hubiera recibido ningún comentario seguramente habría acabado sin actualizar mi blog. Este año he podido conocer a gente y dejar que ellos me conocieran a mí. Así que GRACIAS A TODOS. 




** ¡ALGO ESPECIAL!**
Habéis pasado mucho tiempo conmigo, 365 días exactamente, así que os merecéis algo nuevo: un enigma. 
¿Quién será capaz de resolverlo? ....


La reunión.


En una reunión se encuentran un ingeniero, un profesor, un abogado y un médico. Se llaman, pero no por el mismo orden, Víctor, Jorge, Carlos y Oscar.

1 - Víctor y el profesor, no mantienen buena relación con Carlos.

2 - Jorge es muy buen amigo del médico. 

3 - Carlos se relaciona bien con el abogado.

4 - El ingeniero es muy amigo de Oscar y el médico.

Con todos estos datos ¿puedes entresacar cuál es la profesión de cada uno de los cuatro amigos?.