viernes, 28 de septiembre de 2012

Segundo día con la irlandesa.


SEGUNDO DÍA CON LA IRLANDESA.


Después de hacer varios recados durante toda la mañana, con el sueño acumulado de la noche anterior, llegué a casa. Vi el sofá, lo tenía a tan solo unos metros, y sabía que quedaban segundos para llegar hasta él y poder relajarme. Ring Ring. Nada me detendría. Ring Ring. “¡El teléfono, cogelo!” ¡Noooooooooooooooooooooooooo! No me quedó más remedio que atender la llamada. Eran ellas. Habíamos quedado en media hora para ir a la playa. Así que sin ni siquiera haber tocado el sofá me cambié y me fui corriendo, con el estrés de ser obsesiva compulsiva de la puntualidad, hacia el lugar donde habíamos quedado.

Fuimos a la playa. Buscamos un huequecito entre guiris y guiris y pusimos nuestras toallas. Estuvimos esperando alrededor de una hora a que llegarán los amigos del novio de mi amiga pero no aparecían por ninguna parte y de repente nos llaman. Habían estado en la playa desde que nosotras habíamos llegado... ¡qué poca organización! Vamos con ellos y entramos al agua. Había bandera amarilla y unas olas descomunales. Yo creía que me moriría entre ola y ola. Pero no sé que me daba más miedo en ese momento, si morir bajo el agua o que una ola traicionera se llevara la parte superior de mi bikini que al parecer se había medio roto de tanto llevarlo.

Fuera ya del agua, quedamos todos para ir de fiesta por la noche. Entonces las tres señoritas, tal como habíamos llegado, nos fuimos en bus.

Llegué a casa, me duché y corriendo (como siempre) fui a la Muralla, un lugar donde sirven cervezas, pizzas, coca-cola,... de todo un poco y encima está en una terracita donde se puede disfrutar del aire fresco que pueda correr en pleno verano. Ahora viene el problema, ¿cuánta gente creéis que piensa que es el sitio ideal para pasar la noche? Pues ahora es cuando llega la lucha por conseguir una silla libre. Ese momento en el que vas de mesa en mesa interrumpiendo las conversaciones ajenas para pedir una silla y los propietarios de esa mesa te dicen con desprecio que están todas ocupada. Ese es el momento en el que empiezas a desesperarte. Pero tras un cuarto de hora buscando (aproximadamente) consigues encontrar una.

Hablamos durante más de una hora y, a pesar de conocer poco a los amigos del novio de mi amiga, lo pasamos muy bien. Después, decidimos ir al pub del día anterior y, como la primera vez, la irlandesa me suplicó que los acompañará. Así que otra vez al Wallaby's.

Llegamos allí y me sorprendí de la diferencia con el día anterior. ¿Recordáis que el otro día estaba lleno de guiris? Pues este día los guiris se habían marchado (supongo que a ver a Bob Dylan o a David Guetta en el FIB) y ahora quedábamos los mismos de siempre, esos pocos que nos encontrábamos en todos los conciertos y festivales de por aquí. Bueno... todos los de siempre no. Había a unos dos metros nuestro unos tunos. ¿Alguien me explica que hacían esos tunos merodeando por aquellos lugares? Bueno... supongo que todos tienen su derecho para estar ahí. Entramos al fondo del lugar ocupando unos taburetes para poder disfrutar de la maravillosa música: Marea, Extremoduro, La fuga, Siniestro total, Rolling Stones,... Me giré para ver a la irlandesa que se estaba muriendo de sueño ya que no conocía casi ninguna de las canciones (hay que decir que era bastante pijilla también). Entonces, al volver a girar la cabeza, detrás de los rockerillos de turno haciendo el payaso mientras estaban ebrios, estaban los tunos bailando jotas. Por un momento pensé que aquella noche iba a ser muy rara y larga.

Al acabar la noche, el pub estaba casi desolado y, tanto la irlandesa como yo, nos entreteníamos mirando a un chico de unos veintipocos que bailaba en el centro del pub con unos amigos. Nos miraba descaradamente y nosotras le devolvíamos la miraba sonriendo. De repente sonó “Y sin embargo” de Joaquín Sabina con Olga Román, una preciosa canción. Entonces a todos nos vino como una lagrimilla a los ojos y mirando, de nuevo, al chico para ver si nos estaría mirando vimos que estaba besándose apasionadamente con uno de sus amigos. ¡Plof! Se nos cayó el mundo al suelo en unos segundos. Definitivamente, los chicos guapos o tienen novia o son gays.

Y aquí y con esta conclusión, unos que se van para su casa. Y claro, al igual que el día anterior, durmiendo a penas 2 o 3 horas debía aparentar haber dormido alrededor de unas 8. ¿Me quita esto años de vida o gano horas de fiesta? 


domingo, 23 de septiembre de 2012

Vuelvo a sonreír.


VUELVO A SONREÍR.

Hoy vuelvo a sonreír, pues conseguí olvidarme,
olvidarme, por fin, que ya no volverás a amarme.
Mi cuerpo degeneró, flor marchita con espinas,
espinas que se irán, reconstruyendo mis ruinas.

Un clavo saca otro clavo, no necesité el dicho,
yo sola lo conseguí, ignorando al susodicho.
El frió de mis entrañas, quemaba mis recuerdos,
malestar merecido, por juntarme con tanto cerdo.

ORC



*Otro poema mio de hace algunos meses. Espero que os guste.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Sobrevivir cuando ya estás muerto (XV)


XV

Iba por el campo recogiendo flores. Me encantaba ir con mi madre a esas excursiones.

  • ¡Vanesa! ¡Vanesa! - escuché gritar a mi madre desde la piedra donde se encontraba.
  • ¿Mamá? - dije con mi infantil voz mientras me acercaba.

Había alguien cogiendo a mi madre del brazo y, al momento, desaparecieron, quedándome yo sola en medio de aquel campo.

Recuerdo que abrí los ojos y una luz me cegó por completo. ¿Estaba muerta? Daba igual. Entonces me di cuenta de que podía mover las manos y los pies... Estaba tumbada y me levanté apoyándome con las manos en la cama. Me levanté rápido, demasiado rápido, pues noté mi estomago retorcerse de dolor y sentí como mi hombro izquierdo perdía la fuerza y volvía a caer en la cama hacia ese lado. Tumbada de nuevo, hice un leve sonido de dolor. Alguien abrió la cortina que separaba mi cama del resto de la habitación. Era una chica vestida de enfermera. La chica era bajita. Tenia el pelo castaño recogido en una especie de moño, labios carnosos, la nariz respingona y, sobre esta última, unos pequeños ojos que apenas se veían con sus gafas.

  • Desde luego... - dio un pequeño suspiro antes de proseguir – siempre que apareces por aquí tienes que hacer mucho ruido.

Cerró la cortina y entró acercándose hacia mi. Yo la miraba callada y vi como empezaba a quitarme el camisón que llevaba. A pesar de que seguramente me había visto sin ropa, me dio vergüenza que me viera sin el camisón. Empezó a quitarme vendas y a examinar mis vendas mientras hablaba conmigo para hacer más ameno el dolor y la situación.

  • Me llamo Leire, ¿tu eres Esme, no?
  • Si – dije débilmente.
  • Has tenido suerte, – rió un poco – te trajo un chico muy guapo que por suerte había intentado pararte la hemorragia bastante bien.
  • Después de curarme, ¿podré irme?
  • Tranquila, tranquila... - me pegó unos golpecitos en el hombro malo sin darse cuenta – Perdóname por los golpes. Aún debes estar unos días más. No sé que pasó pero la herida fue bastante grave.

Miré a otro lado mientras me acababa de curar. Sus manos eran delicadas y profesionales a la vez. Estaba todo en silencio y ella decidió romperlo.

  • Se rumorea que varios chicos se están matando por ti. ¿Con quién te quedarás? - dijo sin ninguna mala intención, simplemente por sacar conversación.
  • No es de tu incumbencia.

Acabó en silencio su trabajo y antes de salir, me miró a los ojos diciéndome: “Si necesitas algo solo llámame”.

Al irse Leire, me sentía muy cansada. Me toqué las heridas poco a poco recordando cada momento de la lucha. Así que inundándome en los recuerdos me llegó un gran sopor.


Mientras en otro lugar de la base...

Mila caminaba tranquila hacia la prisión. Silbaba tarareando una cancioncilla alegre. Llegó al centro de aquella habitación rodeada de barrotes. Ambos, Ángel y Adam, estaban tirados en el suelo intentando dormir un poco pues ya habían decidido que lo mejor seria ignorarse mientras estaban en aquellas mugrientas celdas. Mila se acercó a la puerta de Ángel y le dijo:

  • Ángel levántate, te toca hacer el turno de vigilancia del comedor.

Ángel se levantó en silencio y, de la misma forma, salió de la sala para ir a hacer sus deberes. Entonces, Mila se acercó a Adam.

  • No voy a salir, ¿verdad? - se adelantó a decir él cuando vio la pequeña sonrisa que se le escapaba a Mila..
  • Eres un chico inteligente...¿Qué sabes de este mundo? ¿Quiénes sois Vanesa y tu? - dijo muy seria.
  • Somos dos personas como tu o como cualquiera de los de aquí. Por lo tanto, sé tanto como tu de este maldito mundo – cogió un barrote con fuerza -. ¿Cómo está Vanesa?
  • Está en enfermería pero no es nada grave aunque … podría serlo. ¿Por qué no eres un poco más sincero conmigo? - dijo mirándole con sus dulces ojos de niña.
  • ¿Qué le ha pasado? - visto que ella no contestaba, continuó – No se nada, nada...
  • Te dejaré tiempo para que pienses lo que me tienes que decir - dijo mientras se iba por la puerta.



Cinco días después, en la enfermería...

Desperté por el terrible dolor proveniente de mi herida en el estomago. Abrí los ojos y estaba empapada en sudor.

  • ¿Quieres que llamé a la enfermera? Tienes mala cara.

Abrí bien los ojos y vi que se trataba de Marco. Intenté sonreír un poco mientras le daba un débil gracias.

  • No me des las gracias tan rápido. Sé quien eres – se acercó a mi oreja – y sé que puedes sacarme de aquí. Me debes una, recuérdalo.
  • Desgraciadamente, no recuerdo nada – dije mientras me miraba expectante – Pero haré todo lo posible para conseguirlo. No me gusta deber nada.
  • Bien. En cuanto a lo de tu herida... te encontré volviendo a la base. Además, supongo que te preguntaran por el chico que te acompañaba. Simplemente diles que fue asesinado por el que te atacó. Adiós – dijo mientras se iba.

Cuando se fue Marco, miré a mi alrededor. A mi derecha había una mesita con agua, un vaso y unas pastillas con un papelito en el que ponía: “Calmantes”. Supuse que las habría dejado Leire. Decidí tomarlas. Al rato, no me sentía mejor pero tenia la necesidad de levantarme de esa cama. Probé a incorporarme y fue mejor que la primera vez que lo hice. Mi hombro estaba mejor pero mi estomago aun se sentía como si lo quemaran por dentro. Apoye mis pies en el suelo notando el frío que de él provenía. Poco a poco me levanté y di unos pasos con mucho cuidado. Volver a caminar era como seguir adelante tras una adversidad, no te quita el dolor pero aprendes a convivir con él. Tras varios intentos de caminar por mi pequeña “habitación” (mi cama estaba separada de la otra por unas simples cortinas), decidí salir. Y cuando crees que ya lo tienes todo hecho, queda algo por arreglar.

  • ¡Esme! ¿Dónde te crees que vas?

Ahí estaba ella, Leire, tan trabajadora como siempre. Vino hacia mi con un torbellino y yo tenia la certeza de que me regañaría. Entonces, me erguí rápidamente, aparentando estar en plenas condiciones.

  • Iba a visitar a unos amigos. Es urgente.
  • Nada de eso – tocó mi estomago y yo resoplé -, lo único verdaderamente urgente aquí es tu salud. Vuelve a la cama.
  • Quiero ver a unas personas, luego volveré aquí. Luego... haré todo lo que me pidas.
  • Esme... - dijo subiéndose las gafas con su dedo índice – has estado durmiendo durante cinco días. No te precipites. Descansa un día más. Solo uno más y yo misma te ayudaré a ir donde quieras. Hoy estoy muy ocupada.
  • Gracias.

No estaba muy convencida. No me gustaba que las cosas no salieran como yo quería pero no iba a ganar nada discutiendo así que volví sin más a mi cama. Quería verlos... quería ver a Adam y a Ángel. Tal vez me habían venido a ver y yo estaba inconsciente o, a lo mejor, aun no habían salido de la prisión.

lunes, 10 de septiembre de 2012

ÉL. ELLA. SECRETOS Y ODIO.



Y ahora la veo y la continuo odiando. Antes la odiaba por celos y, ahora, la odio sin más. Ambas fuimos complices de los mismos besos, del mismo cuerpo, de las mismas palabras. Ella estuvo con él mucho antes que yo. Sin embargo, la odiaba por celos cuando pensaba que recibió lo mismo que un día recibía yo. Él me decía que no me preocupara que ahora la importante era yo pero yo no soportaba verla. Al cabo de algún tiempo, la relación acabó. Todo se deshizo y caí en un llanto insoportable e irremediable. ¿Cuál fue el fin? No, no se fue con ella. Parece ser que le molestó que hablará de nuestros encuentros. Entonces, me dí cuenta de la diferencia entre ella y yo. Ella y él se utilizaron mutuamente,en secreto, y cuando ella tuvo oportunidad se fue de sus garras. En nuestro caso, él me utilizó mientras yo me enganchaba más a su esencia, a él. Creí que lo tenía todo controlado pero el amor me desbordó. Debía mantenerlo en secreto.... debía. Él nunca me dijo que lo guardará en secreto, así que quise expresar mi felicidad. Pero por expresar mi felicidad perdí lo que más quería en ese momento: él.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Primer día con la irlandesa.


PRIMER DÍA CON LA IRLANDESA.

Este verano ha sido aburridísimo. Además, estoy más o menos sola con todos mis amigos chicos, ya que las chicas se han ido de viaje pero yo, como estoy sin blanca, pues nada.

Una chica irlandesa vino de intercambio a casa de una buena amiga mía. La verdad que en el poco tiempo que la conocí me cayó muy bien y parece ser que yo también a ella, eso o es una actriz estupenda. La verdad que ir con esta amiga mía y la irlandesa es una depresión para mi autoestima.

Primero, porque mi amiga es una chica alta, morena de piel, ojos marrones, pelo castaño y muy agraciado, cuerpo espectacular forjado en años de ballet,... entre otras grandes cualidades. Segundo, la irlandesa es una chica pequeñita, de pelo liso y rubio oscuro, con ojos azules que parece que te puedes ahogar en ellos, la cara con pequitas como si fuera pelirroja y su piel, en vez de ser blanquita, era morena, ya que había estado un mes bajo el sol abrasador de Cádiz. Ahora, ¿podéis decirme que pintaba una chica como yo con ese par de modelos? Porqué para quien no lo sepa soy una chica más bien normalita, rechoncheta (“bien maja”, que dice mi abuela), ojos verdes (que para colmo cambian de color cuando les da la gana), pelo negro, o al menos lo era antes, ahora es medio castaño y, además, entre rizado y ondulado, lo que significa muchos nudos que quitar todos los días e imposibilidad de que el pelo quede más o menos decente.

Pero bueno, aparte de todo eso, esos dos días que pase con ellas fueron geniales. ¿Qué geniales? Estupendos, magníficos, supremos... Bueno, sin pasarse. Yo, que estaba agobiadísima con algunas de las tonterías que estaban haciendo los chicos esa semana, decidí salir, tomar el aire y ¡tachán! Me encontré con ellas. La irlandesa estuvo hablando conmigo y conocimos a los amigos del novio de mi amiga. La verdad que, a pesar de que todos estaban loquisimos, eran buena gente.

Más tarde fuimos a un pub. Un pub con aspecto australiano llamado Wallaby's pero que al entrar ese día, estaba lleno de guiris (hay que ver los efectos del FIB). Al pub no se le ocurrió otra cosa mejor que aprovechar que ese fin de semana era el FIB (Festival Internacional de Benicassim) y hacer el FIC (Festival Internacional de la Cerveza). En ese pub nos juntamos la irlandesa y yo, las dos unas vergonzosas de cuidado, y parecíamos dos palos en medio de burbujas bailoteando a su manera a nuestro alrededor. Vimos a una inglesa desmelenarse y ocupar media pista bailando de forma extraña. Además, un guiri negro, que media dos metros, se nos acercó a la irlandesa y a mi: “¿Quiereis baiflar?” Y las dos, casi a la misma vez, movimos la cabeza muy rápido hacia ambos lados y nos fuimos buscando la ayuda de los amigos del novio de mi amiga que, como imaginábamos, estaba fuera dándose el lote con el novio. Los encontramos enseguida porqué ellos daban el cante igual o más que los guiris. Vi a dos chicos bailando a salsa, más tarde a tres perreando e, incluso, a uno que está cojo dándolo todo en la pista. Y entonces, vino uno con su cubatita hacia nosotras: “¿Por qué no bailáis?” La respuesta fue: “No estamos lo suficiente borrachas para bailar esto” y mientras decíamos eso volvíamos a mirar a la inglesa dándolo todo, hacia arriba, hacia abajo, con sus … amigas delanteras bailando al mismo ritmo y a punto de salirse por su pronunciado escote.

Al final, la noche se desarrolló correctamente. Digamos que estuvo bien e, incluso, tanto la irlandesa como yo nos llevamos de regalo un llavero muy bonito. Además, nos quedamos fuera del pub un buen rato con uno de los amigos del novio de mi amiga que intentaba aprender inglés hablando con la chica. La verdad que, a pesar de su spanglish, el chico se defendía. ¿Qué opináis que es, spanglish o spaninglish? Hubo un gran debate sobre eso y viendo el chico que no podía defender su opinión de spaninglish, aclaró: “Mira allí será spanglish, pero aquí de toda la vida spaninglish”. Además estaban hablando tanto rato que les medio ignorábamos algunas veces hasta que escuchamos que él decía: “The boy throw a firework in my trousers and me: ostia! Ostia! Qué el pavo ese ma tirao un firework!” Si no lo entendéis no os preocupes, nosotros tampoco, pero nos reímos muchísimo. Como esa parida hubieron varias pero tanto me reí que no sabría contarlas con la misma gracia.

Al final, entre pitos y flautas, llegábamos a casa a las 5:30a.m. pero se me ha olvidado deciros que era un jueves y yo, al día siguiente, a las ocho de la mañana ya tenía que estar en pie, aparentando haber dormido ocho horas, como recomiendan todos los médicos, aunque no lo cumpla nunca.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Sobrevivir cuando ya estás muerto (XIV)

Volvemos al trabajo :) 

Espero que os guste este nuevo capítulo. 
Música de fondo para meternos en ambiente : música de fondo :)



XIV


Me seguían a unos 10 metros, eran esos malditos cancerberos que siempre me acechaban. Estaba sola porque Ronald y yo habíamos decidido separarnos y quedar en la casa de Adam más tarde. Disparaba hacia atrás sin apenas mirarlos. Oí un silbido y una voz femenina que chillaba: “¡Parad!” Sentí que aquella voz me era familiar pero no paré porque esas malditas bestias tampoco lo hacían. Cogí algunas bombas de humo, rezando para que funcionaran, y se las lancé. Noté su desorientación y aproveche para situarme en un lugar aventajado donde poder matarlos. Cogí en una mano mi Heckler & Koch USP Tactical, una pistola, que a pesar de ser barata es muy eficaz y sirve incluso para distancias largas. Esto me iba a ir muy bien desde la posición donde me encontraba. Estaba a bastantes metros de distancia, entre dos coches. Cuando se disipó un poco el humo y vi sus figuras borrosas, empecé a disparar. Parecía que habían descubierto mi posición pero eran solo dos, y uno, ya estaba casi muerto, así que lo demás seria fácil. Se acercaron hacia mi y decidí que sería hora de probar la nueva potencia de mi Llama XI-B. Apreté el gatillo con todas mis fuerzas y vi como se hacia un agujero gigante que destrozó las tres cabezas del más malherido. Lo que quedaba del cuerpo de aquel monstruo cayó al suelo sin moverse. El otro continuó acercándose y, cuando me di cuenta, lo tenía pegado a los talones. Corrí hacia un edificio que tenía cerca. Corrí con todas mis fuerzas, cogiendo todo el impulso que fueran capaz de darme mis musculosas piernas. Estaba llegando a la altura de la pared pero sabía muy bien lo que iba a hacer. Escuché el chillido de espanto de la mujer pero lo ignoré. Puse los pies en la pared como si caminara por ella, venciendo cualquier tipo de gravedad, y salté hacia atrás, sobrevolando al cancerbero mientras le disparaba con mi arma. Acabó pareciéndose a un queso emmental, todo lleno de agujeros. Cuando me repuse de aquel salto miré a aquella mujer con todo mi odio en la mirada. La señalé con mi pistola y ella dejo caer su paraguas rojo...

  • Tenemos poco tiempo antes de que estos bichos se regeneren. ¡Habla! ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mi? - me pareció que lo dije demasiado fría al ver su cara asustada.
  • ¿No me reconoces...? - dijo recogiendo su paraguas del suelo – ¿Tanto he cambiado...? ¿Tanto me desprecias para hablarme así?
  • Yo... - la miré fijamente y, al ver sus ojos verdes resplandecer, no me salían las palabras – yo... no recuerdo nada de mi vida terrenal, si es eso lo que quieres saber. Yo no se nada.
  • Mirame y reconoceme. Eres sangre de mi sangre – dijo mientras se aproximaba a mi -. Eres... mi niña – dijo, por fin, abrazándome.

Dejé mis brazos muertos entre su dulce abrazo. No quería reconocer que era ella. No quería que lo fuera. Mi madre me abandonó, no había muerto. Ella era de la peor calaña, nos había abandonado a mi padre y a mi, por eso no podía estar muerta. La mujer era joven... tendría unos 25 años. Por lo tanto, había muerto a esa edad. ¿Qué le ocurrió? Quería preguntarle mil cosas pero no salían palabras de mi boca.

  • ¿No has muerto, verdad? ¿Qué haces aquí tan joven? - la mire con la boca abierta sin poder pronunciar ni una palabra mientras me abrazaba y me decía - ¡Huye!
  • ¿Qué? - dije aún atónita.
  • ¡Huye! Vuelven, están volviendo.

Miré detrás de mi y vi minitrocitos de carne volando alrededor del cuerpo del monstruo, como si fueran una plaga de bichos creando una gran nube negra. No me detuve a pensar en nada, ni en nadie. Corrí alejándome de aquel lugar, dejando atrás a mi madre...

Llegué a la calle de la casa de Adam. Vi que delante de su puerta había una silueta pero yo no estaba asustada, simplemente fui decidida hacia allí. Como supuse, era Ronald.

  • No te ha costado mucho encontrarlo – dije mirándolo - ¿ Te han herido los cancerberos?
  • Eran un simple juego de niños. Entremos – dijo con su robótica voz.

Entramos. Allí todo continuaba igual pero pude ver que las sábanas tenían mucha más sangre que la última vez que estuve. Seguramente, Adam estuvo tumbado en aquella cama intentando curarse él solo. Debería haberle ayudado pero ahora ya era tarde. Empecé a buscar por la estancia cualquier cosa que me diera una pista de quién le había robado el cofre a mi prometido... que mal me sonaba esa palabra.

Salí un momento de esa habitación llegando a una especie de baño donde solo había vendas ensangrentadas, una navaja y algunos medicamentos. Era un baño pequeño, con las baldosas medio rotas y con algunas cucarachas correteando arriba y abajo. Mis pasos sonaban lejanos en aquel suelo y caminé por él unos segundos, reflexionando. Escuché un ruido más lejano que mis pasos, proveniente de la habitación donde estaba antes. Había sonado como un pequeño golpe. Pensé que algo había pasado y decidí acercarme cautelosamente, sin llamar la atención. Abrí el grifo dejando caer el agua lentamente, disimulando así mis pequeños y delicados pasos. Me puse contra la pared, en el suelo, y utilizando mi daga como espejo, pude ver el interior de la habitación. Ronald estaba sentado en la cama mirando algo entre sus piernas. Parecía inquieto a pesar de su inquebrantable fachada. Cuando miró hacia atrás buscando algún indicio de que podía estar volviendo, pude ver que se trataba del ordenador que había estado utilizando Adam anteriormente. Era sospechoso. Él se volvió a girar intentando manejar el ordenador. Me levanté rápidamente y me preparé para abalanzarme hacia él. Estaba casi segura de que también fue él quien robo el cofre. No lo digo por decir, simplemente me pareció muy extraño que si el ordenador estaba guardado cuando habíamos llegado, él hubiera descubierto dónde estaba, y es que Adam era muy cuidadoso con sus cosas, o eso me decía mi interior.

Salté sobre su espalda con la daga, que me había servido de espejo, en la mano. Él se giró agarrándome por la muñeca y evitando que le clavará el arma en el pecho. Ambos forcejábamos haciendo que la cama se moviera hacia todas direcciones.

  • ¿Qué haces bastardo? - dije entre dientes.
  • No es asunto tuyo – dijo tranquilamente.

No parecía que le costará esfuerzo aguantarme pero sé que era todo fachada. A pesar de ser mujer y se supone que somos inferiores físicamente, yo no lo veo así, tenía la misma fuerza que él. Con la mano que no era retenida por la suya me acerqué a mi tobillo donde tenía un cuchillo que había cogido en la base días antes. Conseguí cogerlo y dirigirlo hacia su estomago pero, como había hecho la anterior vez, me retuvo la mano. Intentó girarme el arma de tal manera que quedara la cuchilla mirando hacia mi. Había un botón extraño en el arma que él no sabia y que podría ser una gran ayuda para mi. Lo apreté y de la parte trasera del cuchillo salió una bala tan rápida que corto el aire. La bala atravesó su estomago con facilidad y vi como empezaba a manar sangre de la perforación. Al quedar tranquila de verle indefenso, bajé la guardia y me clavó el cuchillo con el que le había disparado. Noté como mi hombro se iba hacia atrás y sin quererlo caí de la cama. Al caer solté la daga de la otra mano que rodó por la estancia. Él se levantó más rápido de lo que lo hice yo y cogió mi daga del suelo. También sacó una pistola con la cual me apunto mientras se acercaba.

  • No deben quedar testigos. No deben quedar testigos – repetía como si fuera un loco, con los ojos bien abiertos.

Sabía que eran mis últimas horas. Si sacaba alguna arma me dispararía, si no la sacaba también.
¿Dónde irían los muertos del inframundo? ¿Qué me esperaba al otro lado? No lo sabía pero no tenía miedo. El chorro de la sangre caía por mi brazo y yo lo notaba tan cálido. No escuchaba nada, solo veía aquella escena macabra. Él, perdido en su locura, acercándose lentamente disfrutando del resultado de sus armas en mi cuerpo, de la bala que saldría para incrustarse en mi corazón para que dejara de latir. Solo escuche algo más... “Es tu fin” Apretó el gatillo y me dio en el estomago. ¿Había fallado o quería hacerme sufrir? Miré hacia arriba y descubrí que faltaba la cabeza sobre sus hombros. El cuerpo se desplomó haciendo el mismo ruido que cuando tiras un saco de boxeo en el suelo. Miré allí donde había estado el cuerpo antes de derrumbarse y vi, entre magnificas luces, la silueta de alguien conocido, sosteniendo en su mano la cabeza de Ronald.

  • Recibí tu nota. Estamos más que en paz, Esme. Ahora, tu eres quien me debe un favor – dijo Marco mientras me cogía en brazos.