Y
nos cubría la escarcha.
La escarcha era
la que venía a por
nosotros,
la que distaba del
tiempo,
por coger a dos
gatos ansiosos.
Ansiosos de un mundo
en vida,
que restara a la
muerte unos días,
unos meses, unos
suicidas,
que podríamos ser
nosotros
pues ya no nos queda
la iniciativa
de comernos la
Tierra,
de sentir las
semillas,
de mirar de reojo
al ojo que nos mira.
Ya no somos unos
niños
de pasión sin
medida.
Ya no somos los
gatos,
que rondaban la
esquina,
que te saltaban al
cuello
si les menguabas la
vida.
Y nos cubría la
escarcha
y en su blancura, el
alma perecía.
O.R.C.
Hay que abrigarnos entre nosotros, si no nos abrazamos todo esto se nos va al carajo, y después ya no hay retorno. Así que hagámoslo aunque sea con los ojos cerrados (pero el alma abierta)
ResponderEliminarBesos.