DEJÁNDOTE OLVIDAR
Contraposto de
cuerpos en serios semblantes,
discutiendo en el
tiempo los dulces cantares,
que del amor
derivaban los jilgueros,
que por amor sufría
el joven guerrero.
¿Y qué he de hacer
yo, dueña de la desdicha?
Que ahuyento con mi
cuerpo
y con mi corazón
encadeno.
Y que inconsciente
del daño escribo esta poesía
pensando que
disolveré un poco este veneno.
Veneno que en la
sangre queda marcado
porque no hay nada
que duela más.
Es simplemente el
despertar de una rosa,
que ha de marchitar
para continuar.
Que sea leve tu
viaje, amigo.
Que sea leve...
Olga Ribelles (O.R.C)
mi gustaaaaaaaaa
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