sábado, 1 de septiembre de 2012

Sobrevivir cuando ya estás muerto (XIV)

Volvemos al trabajo :) 

Espero que os guste este nuevo capítulo. 
Música de fondo para meternos en ambiente : música de fondo :)



XIV


Me seguían a unos 10 metros, eran esos malditos cancerberos que siempre me acechaban. Estaba sola porque Ronald y yo habíamos decidido separarnos y quedar en la casa de Adam más tarde. Disparaba hacia atrás sin apenas mirarlos. Oí un silbido y una voz femenina que chillaba: “¡Parad!” Sentí que aquella voz me era familiar pero no paré porque esas malditas bestias tampoco lo hacían. Cogí algunas bombas de humo, rezando para que funcionaran, y se las lancé. Noté su desorientación y aproveche para situarme en un lugar aventajado donde poder matarlos. Cogí en una mano mi Heckler & Koch USP Tactical, una pistola, que a pesar de ser barata es muy eficaz y sirve incluso para distancias largas. Esto me iba a ir muy bien desde la posición donde me encontraba. Estaba a bastantes metros de distancia, entre dos coches. Cuando se disipó un poco el humo y vi sus figuras borrosas, empecé a disparar. Parecía que habían descubierto mi posición pero eran solo dos, y uno, ya estaba casi muerto, así que lo demás seria fácil. Se acercaron hacia mi y decidí que sería hora de probar la nueva potencia de mi Llama XI-B. Apreté el gatillo con todas mis fuerzas y vi como se hacia un agujero gigante que destrozó las tres cabezas del más malherido. Lo que quedaba del cuerpo de aquel monstruo cayó al suelo sin moverse. El otro continuó acercándose y, cuando me di cuenta, lo tenía pegado a los talones. Corrí hacia un edificio que tenía cerca. Corrí con todas mis fuerzas, cogiendo todo el impulso que fueran capaz de darme mis musculosas piernas. Estaba llegando a la altura de la pared pero sabía muy bien lo que iba a hacer. Escuché el chillido de espanto de la mujer pero lo ignoré. Puse los pies en la pared como si caminara por ella, venciendo cualquier tipo de gravedad, y salté hacia atrás, sobrevolando al cancerbero mientras le disparaba con mi arma. Acabó pareciéndose a un queso emmental, todo lleno de agujeros. Cuando me repuse de aquel salto miré a aquella mujer con todo mi odio en la mirada. La señalé con mi pistola y ella dejo caer su paraguas rojo...

  • Tenemos poco tiempo antes de que estos bichos se regeneren. ¡Habla! ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mi? - me pareció que lo dije demasiado fría al ver su cara asustada.
  • ¿No me reconoces...? - dijo recogiendo su paraguas del suelo – ¿Tanto he cambiado...? ¿Tanto me desprecias para hablarme así?
  • Yo... - la miré fijamente y, al ver sus ojos verdes resplandecer, no me salían las palabras – yo... no recuerdo nada de mi vida terrenal, si es eso lo que quieres saber. Yo no se nada.
  • Mirame y reconoceme. Eres sangre de mi sangre – dijo mientras se aproximaba a mi -. Eres... mi niña – dijo, por fin, abrazándome.

Dejé mis brazos muertos entre su dulce abrazo. No quería reconocer que era ella. No quería que lo fuera. Mi madre me abandonó, no había muerto. Ella era de la peor calaña, nos había abandonado a mi padre y a mi, por eso no podía estar muerta. La mujer era joven... tendría unos 25 años. Por lo tanto, había muerto a esa edad. ¿Qué le ocurrió? Quería preguntarle mil cosas pero no salían palabras de mi boca.

  • ¿No has muerto, verdad? ¿Qué haces aquí tan joven? - la mire con la boca abierta sin poder pronunciar ni una palabra mientras me abrazaba y me decía - ¡Huye!
  • ¿Qué? - dije aún atónita.
  • ¡Huye! Vuelven, están volviendo.

Miré detrás de mi y vi minitrocitos de carne volando alrededor del cuerpo del monstruo, como si fueran una plaga de bichos creando una gran nube negra. No me detuve a pensar en nada, ni en nadie. Corrí alejándome de aquel lugar, dejando atrás a mi madre...

Llegué a la calle de la casa de Adam. Vi que delante de su puerta había una silueta pero yo no estaba asustada, simplemente fui decidida hacia allí. Como supuse, era Ronald.

  • No te ha costado mucho encontrarlo – dije mirándolo - ¿ Te han herido los cancerberos?
  • Eran un simple juego de niños. Entremos – dijo con su robótica voz.

Entramos. Allí todo continuaba igual pero pude ver que las sábanas tenían mucha más sangre que la última vez que estuve. Seguramente, Adam estuvo tumbado en aquella cama intentando curarse él solo. Debería haberle ayudado pero ahora ya era tarde. Empecé a buscar por la estancia cualquier cosa que me diera una pista de quién le había robado el cofre a mi prometido... que mal me sonaba esa palabra.

Salí un momento de esa habitación llegando a una especie de baño donde solo había vendas ensangrentadas, una navaja y algunos medicamentos. Era un baño pequeño, con las baldosas medio rotas y con algunas cucarachas correteando arriba y abajo. Mis pasos sonaban lejanos en aquel suelo y caminé por él unos segundos, reflexionando. Escuché un ruido más lejano que mis pasos, proveniente de la habitación donde estaba antes. Había sonado como un pequeño golpe. Pensé que algo había pasado y decidí acercarme cautelosamente, sin llamar la atención. Abrí el grifo dejando caer el agua lentamente, disimulando así mis pequeños y delicados pasos. Me puse contra la pared, en el suelo, y utilizando mi daga como espejo, pude ver el interior de la habitación. Ronald estaba sentado en la cama mirando algo entre sus piernas. Parecía inquieto a pesar de su inquebrantable fachada. Cuando miró hacia atrás buscando algún indicio de que podía estar volviendo, pude ver que se trataba del ordenador que había estado utilizando Adam anteriormente. Era sospechoso. Él se volvió a girar intentando manejar el ordenador. Me levanté rápidamente y me preparé para abalanzarme hacia él. Estaba casi segura de que también fue él quien robo el cofre. No lo digo por decir, simplemente me pareció muy extraño que si el ordenador estaba guardado cuando habíamos llegado, él hubiera descubierto dónde estaba, y es que Adam era muy cuidadoso con sus cosas, o eso me decía mi interior.

Salté sobre su espalda con la daga, que me había servido de espejo, en la mano. Él se giró agarrándome por la muñeca y evitando que le clavará el arma en el pecho. Ambos forcejábamos haciendo que la cama se moviera hacia todas direcciones.

  • ¿Qué haces bastardo? - dije entre dientes.
  • No es asunto tuyo – dijo tranquilamente.

No parecía que le costará esfuerzo aguantarme pero sé que era todo fachada. A pesar de ser mujer y se supone que somos inferiores físicamente, yo no lo veo así, tenía la misma fuerza que él. Con la mano que no era retenida por la suya me acerqué a mi tobillo donde tenía un cuchillo que había cogido en la base días antes. Conseguí cogerlo y dirigirlo hacia su estomago pero, como había hecho la anterior vez, me retuvo la mano. Intentó girarme el arma de tal manera que quedara la cuchilla mirando hacia mi. Había un botón extraño en el arma que él no sabia y que podría ser una gran ayuda para mi. Lo apreté y de la parte trasera del cuchillo salió una bala tan rápida que corto el aire. La bala atravesó su estomago con facilidad y vi como empezaba a manar sangre de la perforación. Al quedar tranquila de verle indefenso, bajé la guardia y me clavó el cuchillo con el que le había disparado. Noté como mi hombro se iba hacia atrás y sin quererlo caí de la cama. Al caer solté la daga de la otra mano que rodó por la estancia. Él se levantó más rápido de lo que lo hice yo y cogió mi daga del suelo. También sacó una pistola con la cual me apunto mientras se acercaba.

  • No deben quedar testigos. No deben quedar testigos – repetía como si fuera un loco, con los ojos bien abiertos.

Sabía que eran mis últimas horas. Si sacaba alguna arma me dispararía, si no la sacaba también.
¿Dónde irían los muertos del inframundo? ¿Qué me esperaba al otro lado? No lo sabía pero no tenía miedo. El chorro de la sangre caía por mi brazo y yo lo notaba tan cálido. No escuchaba nada, solo veía aquella escena macabra. Él, perdido en su locura, acercándose lentamente disfrutando del resultado de sus armas en mi cuerpo, de la bala que saldría para incrustarse en mi corazón para que dejara de latir. Solo escuche algo más... “Es tu fin” Apretó el gatillo y me dio en el estomago. ¿Había fallado o quería hacerme sufrir? Miré hacia arriba y descubrí que faltaba la cabeza sobre sus hombros. El cuerpo se desplomó haciendo el mismo ruido que cuando tiras un saco de boxeo en el suelo. Miré allí donde había estado el cuerpo antes de derrumbarse y vi, entre magnificas luces, la silueta de alguien conocido, sosteniendo en su mano la cabeza de Ronald.

  • Recibí tu nota. Estamos más que en paz, Esme. Ahora, tu eres quien me debe un favor – dijo Marco mientras me cogía en brazos.

2 comentarios:

  1. omg,que fue todo eso, acaaso no se llebaban vien, mila ahora tambien es malvada, si como bes me preocupo por la personalidad de mila, es que me encanta mila!!,bueno me encanto el capitulo y gracias por volver de tus bacaciones, besitos.
    -Agus-

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  2. Hola,
    que buen capitulo, la musica esta genial!!!

    saludos y que estes muy bien :)

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