viernes, 22 de julio de 2011

Historia de una amistad desdichada.

Aunque no era amor lo que sentía por él, me dolió. Me dolió una barbaridad, de una forma casi indescriptible. Yo tenía un capricho desde hace tiempo... él. Pero no era solo por mi parte o aquello pensaba yo. El contacto visual había sido suficiente para advertir que el también lo tuvo en el momento que me vio. Aunque tal vez podría ser que fuera un buen actor, pero esos ojos, esos maravillosos ojos que se debatían entre un color marrón madera y a veces entre el verde obscuro. Era extraño no hablarnos, mucho más no hacerlo todos los días. Tecleábamos con gusto pues sabíamos que los dos estábamos interesados en saber todo aquello que el otro quisiera decir. No podía aguantar que aquella belleza me hablara, no lo soportaba, era algo irreal. Tras su micro su voz era especial. A pesar de haberlo visto en persona aun no habíamos hablado hasta aquella vez. Tum-tum, tum-tum, tum-tum... mis palpitación respondían a su voz como si estuvieran predestinadas a hacerlo. No entendí porque jamás expresamos tal sentimiento, porque no podíamos decirnos que a ambos nos palpitaba el corazón de forma desmesurada pensando en el otro. Pero entonces,… DISTANCIA. Me fui a un viaje, quizás demasiado largo. Le pensé en cada segundo que estaba en aquel extraño país. Se me hacía extraño no conectarme por las noches para hablar con él, simplemente hablar, hablar del tiempo, de lo que había hecho, de los miedos que tenía, de los amigos, de la fiesta,... Fue muy duro. Pero no fue para siempre. Volví emocionada a mi casa y ¿que fue lo primero que hice? Abrir mi ordenador, no fue ni mi maleta, tampoco encendí la cámara de mi magnifico viaje, solo abrí mi ordenador. Allí estaba, conectado como siempre. Me decidí. Hola, cuanto tiempo, ¿eh? Pero no se porque esa noche no recibí las respuestas que me había esperado. Me trato como una simple conocida. Aquello me sentó fatal, yo tenía mucha confianza en él. No voy a decir que fue la persona con la que más confianza tuve, hubo alguien antes que él con el que aun comparto la confianza, pero aquello que me había hecho al volver del viaje fue horrible. Me desconecté con cualquier escusa, no quería seguir con aquella farsa. Recuerdo que estuvimos un tiempo sin hablarnos. Hasta que algo cambio, fue él quien inició la conversación: Te echo de menos. Yo me sorprendí, me emocioné y como una tonta empecé a sonreír delante de mi ordenador. Aquel día todo volvió a ser igual que antes. Sus palabras se hundían en mi pecho después de tanto tiempo. Cada grosería suya me sacaba una sonrisa. Y en sus ojos chocolate me perdía lentamente mientras me imaginaba como sería tenerlo delante mía y abrazarlo, abrazarlo tan fuerte como pudiera. Aquello fue una breve ilusión pues después de aquello volvíamos a ser unos simples conocidos. Yo estaba perdida, ¿que he hecho para que ocurra esto? No hubo respuesta a mi tristeza, ni aspirinas que sanaran el corazón. No habíamos sido más que buenos amigos pero ser “conocidos” no era lo mismo. Harta ya de hundirme, de llorarle, decidí actuar. Solo quería saber si hice algo que te molestara para que dejaras de hablarme así de repente. Contestame rápido por favor. Besitos y ... cuidate mucho. No esperaba que respondiera pero lo hizó. Aunque me negaba a aceptarlo, casi sabría que me iba a contestar y así lo hizo. Dijo que estaba empezando con una chica, pensé que eso no tenía nada que ver para que nuestra amistad continuara, y que yo era demasiada tentación para él. ¿Acaso no era esto increíble? No podía creer que hubiéramos dejado de hablar por eso. Así que con amargura le deseé lo mejor para él y su chica. No volví a saber de él. Pero conservaba algo que jamás moriría, hacía un tiempo que me había agenciado unas fotos suyas. Así que con un hueco en el corazón cogí el helado más grande que encontré y decidí mirar sus ojos chocolate hasta acabar mi ración.

1 comentario: